En sentido contrario a las agujas del reloj
Para el que mira sin ver
La tierra es tierra nomás.
Atahualpa Yupanqui
Un espacio habitable
«Nuestra disputa es con el ejército argentino», dice la voz. Y sin pausa agrega: «Pero nosotros estamos acá. No está el ejército acá. Y estamos desde antes de que se fundara Bariloche y no sé de cuándo más. Porque si me preguntan una fecha no voy a poder decir. Porque somos parte de un pueblo originario».
La que habla es la anfitriona. Se dice mucho, se queja. «Estos días salió en todos los medios…, sobre todo en los nacionales, los que son muy leídos eh… diciendo bueno que nosotros estamos usurpando este territorio». Pero, no. Porque «tenemos dos fallos de la justicia a favor y estamos esperando el título comunitario que sería el primero en el país». Entonces saltó «la gente interesada económicamente ¿no? diciendo acá hubo algo oscuro».
La voz es de una mujer de sesentipico. Su tono es animoso. Expresivo. Lo acompaña con la gestualidad de sus fatigadas manos. Cada tanto las entrecruza al frente a la altura del abdomen. Está parada en el centro de la parte principal del quincho debajo de un cartel de madera colgado con alambres a una de las vigas del techo en el que se lee: Comunidad Mapuche Ranquehue. Una vieja salamandra de fundición y chapa a leña que flanquea a su izquierda acondiciona el ambiente de esta fría mañana de primavera. La escuchamos una veintena de almas curiosas. Expectantes. Nos sentamos alrededor de una mesa de tablones dispuestos sobre caballetes a lo largo de ambos laterales del salón y otro cerrando el contrafrente. En esa forma de “U” quedamos unidos a ella. Parece que la abrazamos.
La mujer nos sugiere cumplir un protocolo de presentación. Le interesa saber quiénes visitamos el lugar, de dónde venimos. Del fondo se escucha la voz tímida de una participante del encuentro que interrumpe:
―¿Tu nombre?
―Soy Marta. ¿Nos les dije?
―Noooo (Risas).
―Peeero …, soy Marta Ranquehue.
Marta es la vocera de la comunidad (werken en mapudungún). Viste un pantalón tipo polar oscuro, una polera y zapatillas blancas, un sacón de lana con solapa abotonado hasta la mitad, de color cerúleo estridente, tejido a mano, con bolsillos en los laterales y detalles de fantasía de punto espiga verticales. Lleva debajo un delantal azul marino gastado con un bolsillo amplio en la delantera. Un pañuelo en tonos pasteles cubre su cabeza. De su cabellera sólo asoman unas canas. Usa anteojos con marcos transparentes.
«Bienvenidos», dice Marta. Acá «no solamente tenemos para compartir lamentos y tristezas». También tenemos «cosas buenas, alegres», que se desconocen de nosotros. «Una de esas es lo que ustedes van a almorzar hoy: el curanto». Otra es la medicina –agrega. «Nuestra forma de entender la salud, nuestra forma de entender el cosmos y cómo funciona la naturaleza. Todo eso se desconoce. O se conoce mal… Está mal explicado». Nos cuenta que en la comunidad también hacen artesanías, dulces, licores, recolectan variedad de hongos comestibles, trabajan la huerta, la lana de oveja. Hacen tejidos. «Todo lo que podamos hacer, hacemos».
En cuanto al protocolo dice: «Nosotros arrancamos por este lado la presentación», mientras mueve su mano derecha en el sentido contrario a las agujas del reloj. «Así hacemos nuestra ceremonia y todo nuestro andar tiene que ser en armonía con lo natural». Por eso «hacemos las cosas al revés de lo que nos han venido enseñando». Porque «el agua y todo gira» en el otro sentido. «En el polo sur todo gira en el sentido contrario a las agujas del reloj» y eso lo podemos comprobar –por ejemplo, dice– en el agua del inodoro y en la canilla. «Estamos convencidos de que tenemos razón en girar así».
Me genera curiosidad. Lo gugleo. Es lo que en física se conoce como efecto Coriolis, descubierto en el siglo XIX por el ingeniero francés que le da nombre. Se relaciona con la rotación de la Tierra, que influye sobre las masas de aire que están en continuo movimiento. La curvatura de los vientos generados por este efecto ayuda a crear corrientes marinas oceánicas superficiales o “giros”. Estos giros en el hemisferio norte lo hacen en el sentido de las agujas del reloj y los del hemisferio sur, en sentido antihorario. Sin embargo, se descarta que tenga alguna incidencia en los desagües del inodoro o el grifo.
Sobre ese sentido del andar habló el poeta chileno y mapuche Bernardo Colipán que estuvo el día anterior en el Conversatorio de poesía. “Poesía mapuche”, aclara Santiago Rey. «Quienes lo pudieron aprovechar fue un momento muy, muy especial, muy lindo», destaca. Su tono transmite la emoción de ese encuentro.
En esa deriva, leo estos fragmentos de El arco y el despliegue de la memoria de Colipán:
«…Al interior del círculo sagrado; el tiempo de la memoria con su transparencia; al exterior, la historicidad con su tiempo cotidiano. Por eso el Arco deviene en la ventana, por medio de la cual entramos y salimos de los tiempos. En los pliegues que se abren en el adentro se juega su sentido la memoria, en los pliegues que se abren en el afuera, se juega su sentido nuestra historicidad. / La comunidad danza, los giros son en sentido contrario a las agujas del reloj. / Las interrogaciones son los espejos que nos reflejan las primeras formas de nombrar al mundo. / Las interrogaciones agujerean al tiempo, lo traspasan para nombrarlo y con ello deshilvanan la madeja del olvido, hacen de la memoria un espacio habitable».
El encuentro
El viernes 3 de noviembre de 2023 a las 19:48 horas recibo en el celular este mensaje de correo electrónico de Fundación de Periodismo Patagónico:
“Hola, ¿cómo estás?
Gracias por sumarte a NAVE de No Ficción, Festival Iberoamericano de Periodismo Narrativo.
Este sábado 4 de noviembre a las 8:30 hs. sale desde el Puerto San Carlos el micro para la actividad Curanto y Taller de Periodismo Narrativo. El periodismo que se cuece lento y profundo.
Te pedimos que llegues 15 minutos antes.
Traer abrigo, ropa cómoda y, si querés, mate”.
Toda la programación e inscripciones podés realizarlas en www.navedenoficción.com
Nos vemos!
Otro igual recibe en su casilla de correo electrónico mi sobrina Carolina y de seguro todos los inscriptos para el taller. Algunos de los que participan ya dictaron o moderaron actividades del encuentro en las jornadas del 2 o 3 de noviembre: Roberto Herrscher, Migue Roth, Rodrigo Obreque Echeverría, Exequiel Svetliza. También está Marina Navarro, que cubre el Festival para Infobae. Nosotras es la primera vez que compartimos esta experiencia. Ambas viajamos en avión a Bariloche, provincia de Río Negro, la tarde del jueves 2. Ella desde la ciudad de Mendoza. Yo, desde la de Buenos Aires.
El sábado 4 nos despertamos temprano. Desayunamos en el hotel. A paso vivo, caminamos los cuatrocientos metros que separan el hospedaje del Puerto San Carlos. Cruzamos una vez más por las carpas de Bariloche a la Carta desplegadas alrededor del Centro Cívico. Hace frío, pero está luminoso. Miro al cielo y veo azul, sin nubes. Cada tanto es entrecortado por las cimas de las montañas nevadas y el verde de los árboles. Cuando llegamos está el micro esperándonos. Los encargados del taller –Santiago Rey y Ángeles Alemandi– controlan la asistencia de los anotados. Una vez completo el pasaje, partimos rumbo a la Comunidad Mapuche Millanloco Ranquehue ubicada a unos 9 kilómetros, sobre la ruta provincial 82, al pie del cerro Otto, entre la gruta Virgen de las Nieves y el barrio Los Coihues.
Cotidianeidades
Ángeles Alemandi se interesa por el funcionamiento de la comunidad. Le pregunta a Marta sobre lo cotidiano. La comunidad está compuesta por seis familias, dice Marta. El lugar en el que estamos, donde vamos a degustar el curanto, es una especie de salón comunitario. Aclara que se usa para encuentros, asambleas y los traum, celebración anual con otras comunidades. Apenas se traspasa el arco de madera que oficia de puerta, a pocos pasos hacia la izquierda aparece una construcción con dos baños y una bacha común del lado de afuera para el aseo de las manos. Hacia el lado contrario, otra construcción de piedra hace las veces de un buffet. Esa mañana es atendido por Laura, la hija mayor de Marta, junto con otras mujeres. Están a la venta varios de los productos que elaboran. Con Carolina tomamos un té de menta y jengibre que acompañamos con tortas fritas que untamos con miel o dulce casero de guindas.
En cuanto a sus tareas Marta comenta que limpia casas de familia. «Soy empleada doméstica y voy todos los días de la semana a trabajar. Por la mañana hasta el mediodía». Luego de almorzar, dice «salgo con mis ovejas. Y cuando mis ovejas me dan permiso, trabajo la huerta». En invierno se dedica a trabajar la lana, a hilar y a tejer. A lo que siempre se suma lo cotidiano de la casa: «que es mucho», aclara. En cuanto al resto de los miembros de la comunidad, refiere que son mano de obra en distintas disciplinas. En Bariloche, las empleadas de casa particulares, enfermeras, obreros y peones son, en su mayoría, mapuches.
―Y… ¿cómo les está yendo este año?
―Estamos sembrando muchísimo en esta temporada, se entusiasma. Aunque se queja de que la nieve inesperada de estos días «lo tapó todo», Marta tiene la esperanza de que brotará con más fuerza. Nos cuenta que también hay un apiario, que van a producir bastante miel, y que tienen caballos. Dice que uno de los proyectos que quisieran concretar es el de la equinoterapia. «Todo este desarrollo genera trabajo» que es importante para la comunidad.
Marta se mueve de un lado al otro. Supervisa que todo esté en orden. Es más que la que habla por ellos. Es el motor de la comunidad. Marta mira al futuro con la cabeza llena de proyectos.
Curanto
Cuando llegamos ya están los aprestos para iniciar la ceremonia del Curanto (Kurantӧ, en la lengua del pueblo mapuche). Las telas de arpillera húmedas tendidas entre los árboles. Los canastos repletos de las verduras que se pondrán a cocer: zapallos ahuecados rellenos con arvejas y queso, zanahorias, papas, batatas, choclos. Otro cesto con manzanas verdes. La preparación también lleva chorizos, cordero, tapa de asado adobada y pollo. Un deleite de aromas y colores. Varias personas trabajan. El curanto consiste en la cocción de los alimentos por medio del calor de piedras bocha –típicas de los lagos del sur– colocadas en un pozo cavado en la tierra a cierta profundidad. Esta técnica ancestral necesita de muchas manos. El curanto expresa ese espíritu comunitario del pueblo mapuche.
Son las 10:45 horas. Cuando es momento de poner los alimentos a cocer, nos convocan. Vemos como hombres y mujeres se consagran a llenar las piedras calientes con los alimentos estratégicamente distribuidos.
En la charla previa Marta había explicado lo básico del proceso. Se limpia la tierra haciendo un pozo. Sobre él se pone leña, luego las piedras. Enseguida se prende fuego hasta que las piedras tomen temperatura. Del pozo «se sacan las leñas que no se terminaron de quemar. Se sacan, porque eso larga un humo que le transmite amargor a los alimentos. Entonces hay que limpiar el pozo y se acomodan bien las piedras (ya calientes). Después se pone una cama de hojas, sobre la cama de hojas va la comida, y otra cama de hojas. Sobre esta … van los lienzos que son de arpillera y después la tierra. En una hora y media debería estar cocinado». Ese hoyo se convierte en una especie de horno de cocción. Cuando la preparación está lista se elevan del fondo de la tierra unos hilitos de humo. El aroma ahumado colma el aire.
Son las 12:45 horas. Nos volvemos a arrimar a ese sector. Los encargados de la faena empiezan a retirar a toda prisa la tierra para destapar el pozo y entre la humareda y las hojas chamuscadas asoman los choclos, las batatas, las calabazas y demás alimentos cocidos. Tomamos fotos, filmamos. La escena es muy atractiva. Impresiona ese despliegue de brazos sincronizados regidos por un andar ancestral.
Enseguida la anfitriona nos invita a ingresar al quincho y a ubicamos en nuestros asientos alrededor de la mesa servida. Cada comensal tiene situado su plato, vaso, cubiertos, servilletas de papel, paneras con el pan cortado en rodajas. Se suman varias mujeres con bandejas y fuentes trasladando los distintos alimentos. Nos sirven en cada plato copiosas raciones. Una más rica que otra. Santiago Rey abre unas botellas de vino tinto para acompañar el menú.
Antes de eso, en el intervalo de casi dos horas mientras esperamos por el curanto, participamos del taller. Nos sentamos al aire libre, en el césped, formando un círculo. Relajados. Casi todos con las piernas cruzadas o extendidas, menos Santiago que se queda de pie. Con la complicidad que se genera alrededor del ritual de un fogón, aunque al calor del sol, empiezan a surgir las historias. Al fondo, sobre las laderas de los Cerros Catedral y López, se divisa a un aventurero que vuela en parapente desafiando sus cumbres.
Seguimos la consigna propuesta por Ángeles y Santiago: abordar pautas para pensar un periodismo narrativo contado desde adentro. Apunto en mi libreta: periodismo de profundidad, cuyas historias como el curanto se cuecen a fuego lento, con tiempo suficiente para afrontar la investigación del tema. Es preciso que los elementos maduren, que se vayan ahumando. Periodismo diverso, que llega tarde, sin olvidar la calidad narrativa. En la edición de los textos, la conversación con el autor es importante como forma de construcción, dice Ángeles: son “voces para que el texto crezca”. Se leen fragmentos del libro 18 Crónicas Patagónicas publicado por la Fundación. Se comentan algunas que resultaron premiadas. También se recomiendan libros. Anoto “La trastienda de la escritura” de Liliana Heker y “El invencible verano de Liliana” de Cristina Rivera Garza. Santiago Rey nos habla de “Silenciar la muerte”, su libro. Es una crónica e investigación sobre la vida y asesinato de Rafael Nahuel. Cuenta la cobertura que realiza –para la agencia Télam– del juicio que se lleva a cabo contra los prefectos acusados, con fecha próxima de sentencia. Da detalles de esa experiencia como testigo privilegiado que concurre durante meses a todas las audiencias del debate. Las sensaciones que le quedan después de cada jornada judicial. El angustioso trajinar de los padres del joven mapuche asesinado, para que la verdad salga a la luz. Lee un fragmento de una de las entregas que publica en En Estos Días, mientras deja entrever el pesimismo que cada tanto lo invade. Tal vez, frente al temor de que no se cumpla aquello que escribió Emmanuel Carrère en “V13” de lo que debería ser un juicio: “al principio se declara el sufrimiento, al final se imparte justicia”.
Esa larga historia
Marta Ranquehue nos pone al corriente de la lucha desigual que los enfrenta al Estado por el reconocimiento definitivo de la ocupación tradicional comunitaria, y para que se les extienda el título de dominio sobre esas tierras, que el ejército argentino reivindica para sí. Recuerda que creció «viendo militares» atropellando a su familia. «Fueron muchos los intentos de echarnos». Mientras, nosotros, dice, sólo queremos vivir en nuestras tierras, de manera sustentable y en paz.
En 2015, San Carlos de Bariloche reconoció el carácter intercultural de sus pobladores. También, que “la ciudad se encuentra asentada sobre el territorio que habita desde siempre el Pueblo Mapuche y demás pueblos originarios de la región, preexistiendo a cualquier tipo de organización estatal”, antes del 3 de mayo de 1902, cuando se fundó oficialmente. En la Carta Orgánica municipal se garantiza el respeto a la identidad de los pueblos originarios, el derecho a una educación bilingüe, a la preservación de su cosmovisión e identidad étnica, el valor de su espiritualidad, la integridad de sus lugares sagrados. Se establece el reconocimiento de sus comunidades y organizaciones y la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan. Se asegura su participación en la gestión de los recursos naturales existentes en sus propiedades comunitarias y en los demás intereses que los afectan, mediante un sistema de consulta previa. Se promueve la implementación y el desarrollo del etno-turismo en sus territorios tradicionales. Bajo ese clima se fomentan varias de sus celebraciones ancestrales: Kamaricum, Wetripantu, Llellipun, Machitun, Trawün.
Pero otra trama se cuece en el ámbito judicial. Ubico en el sistema de consultas web del PJN los expedientes mencionados por Marta. El litigio viene de lejos. En 1969 intentan desalojarlos de esas tierras, sin éxito. El 1º de abril de 1971 el Estado Nacional en representación del ejército inicia el expediente 45/71, que caduca por falta de impulso de parte interesada. En 1977 –en el legajo 141– el Procurador Fiscal Federal, en plena dictadura cívico-militar, vuelve a la carga con otro juicio de desalojo. Alejandro Ranquehue –el abuelo de Marta– encabeza a los demandados. En esa presentación el Estado reconoce que la familia ocupa desde marzo de 1930 –con autorización del entonces Intendente de Parques Nacionales– las hectáreas comprendidas entre el camino carretero que une Virgen de las Nieves, Lago Gutiérrez y el Cerro Otto. Sostiene que Alejandro Ranquehue y los demás mapuches vienen ocupando en forma gratuita “por conformidad expresa o tácita” de la Guarnición militar de SCB, a quien le fue transferido el inmueble el 12 de abril de 1937 por la ex Dirección de Parques Nacionales (expte. 518/37). Pero este organismo creado por ley 12.103, recién empezó a regir el 1º de enero de 1935. Entonces, parece evidente –como afirma Marta– que la ocupación precede no sólo a la formación de aquella Dirección de Parques Nacionales, sino a la transferencia de esas tierras al ejército. El 5 de junio de 1978, el juez de Viedma, Eduardo Cassano dicta sentencia. Con la única prueba del reclamante, los condena a desalojar. Se intenta en vano notificar al abuelo de Marta. En el acta del 13 de diciembre de 1979 consta que cuando se constituyeron en el lugar sólo quedaban “restos de un carruaje”.
En democracia, la ley 23.302 de 1985, declara de interés nacional la atención y apoyo a los aborígenes y a las comunidades indígenas existentes en el país. Se crea el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), como autoridad de aplicación. Con la reforma constitucional de 1994 se incorpora el reconocimiento de “la preexistencia étnica y cultural” de los pueblos originarios. Se establece que debe reconocerse la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan (art. 75 inc. 17, CN).
Avanzamos en el tiempo. En 2006, la ley 26.160 determina “la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país”, en cumplimiento del artículo 14 inc. 2º del Convenio 169 de la OIT (ley 24.071). A partir de entonces se suspende la ejecución de sentencias, actos procesales o administrativos cuyo objeto sea el desalojo o desocupación de las tierras que ocupan. Se ordena un relevamiento técnico, jurídico y catastral de las comunidades indígenas. Se fija un término de 4 años, con sucesivas prórrogas. En los instrumentos obrantes en la carpeta técnica confeccionada en virtud de esa ley, aparece relevada la comunidad “Lof Ranquehue”, como comunidad mapuche, periurbana, con demás datos de interés y localización consignados. Se reconoce su inscripción por Resolución INAI N° 25, del 28 de abril de 2003, Registro Nacional de Comunidades Indígenas (Re.Na.C.I.) y mensura aprobada según Res. 1174/12.
Cada tanto el conflicto acecha. En octubre de 2020, integrantes de la Escuela Militar de Montaña irrumpieron en tierras de la comunidad Millalonco Ranquehue y destruyeron un invernadero compartido con varias familias vecinas destinado a lograr la soberanía alimenticia y plantas medicinales. La Mesa Territorial de Villa Los Coihues manifestó su repudio al accionar del ejército y el rechazo “a toda forma de violencia”.
El avance en materia normativa no ha generado modificaciones significativas en los hechos. Los años transcurren sin definiciones. Cansada de esperar, el 23 de diciembre de 2020, Marta interpone a nombre de la comunidad una acción de amparo contra el Poder Ejecutivo Nacional (Ministerios de Defensa, de Justicia y Derechos Humanos, Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) y contra el Congreso de la Nación Argentina. Pide que se instrumente el reconocimiento definitivo e incondicional de la propiedad comunitaria mensurada como de ocupación tradicional, se la inscriba y se extienda el título respectivo. Esto da inicio al expediente 8355/2020, que culmina cuando el 2 de febrero de 2022, la jueza interina hace lugar a la demanda. Le ordena al Poder Ejecutivo a que en el término de sesenta días –una vez firme– transfiera a título gratuito, al Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, el dominio de las tierras mensuradas a los efectos de su adjudicación –en forma inmediata– en propiedad comunitaria a la accionante. Apela el Ministerio de Defensa. La Cámara Federal de General Roca –Secretaría Civil– declara extemporáneo el recurso.
La demandada se juega la última carta. Lleva el caso a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Denuncia que la sentencia dictada a favor de la comunidad Millalonco Ranquehue es arbitraria. Dice que hay gravedad institucional porque al estar en disputa un establecimiento “de la Fuerza” puede afectar el sistema de Defensa Nacional (ley 23.554). Un recurso similar interpone el Ministerio Público Fiscal por no haber tenido intervención en el asunto. La accionante replica. Reafirma que la Escuela Militar de Montaña “no realiza ni realizó jamás actividad alguna en el territorio de ocupación tradicional, actual y publica de la Comunidad”. La Cámara rechaza por inadmisible ambas presentaciones dejando en pie el fallo favorable de primera instancia.
Los perdedores presentan queja. En la última instancia jurisdiccional los tiempos suelen tener otra densidad. Sin embargo, en tres meses hubo dictamen del Procurador General interino y resolución de la Corte admitiendo los recursos. El 29 de marzo de 2023, como el juez Federal de Bariloche había intimado al Poder Ejecutivo al cumplimiento en un plazo perentorio en favor de la comunidad mapuche de la sentencia original pese a hallarse recurrida, y sin atender a la prohibición de innovar dispuesta por la Cámara Criminal y Correccional Federal que investiga si en aquel pronunciamiento medió un actuar ilícito, ante una denuncia de diputados de Juntos por el Cambio, la Corte dispuso la suspensión del proceso y pidió los expedientes para su estudio. Es probable que ahora los tiempos se ralenticen. Con todo, se espera la celebración de una audiencia pública pedida por el Centro de Estudios Legales y Sociales, en calidad de “Amigos del Tribunal” (https://www.cels.org.ar/web/2023/03/los-derechos-territoriales-de-la-comunidad-millalonco-ranquehue-otra-vez-postergados/).
Imagino a Marta parada frente a los jueces, que la observan desde el estrado. Con la firmeza de su voz proclama sus derechos. Tras una pausa dramática la escucho recitar una estrofa de un poema de Bernardo Colipán en “Comarcas”:
“Sólo exijo lo que me pertenece.
Por eso vine.
Traigo los ojos
con los que mi padre
pudo ver más allá del olvido”.
Acercamientos
Al ingresar al predio hay un cartel apoyado sobre la tierra que lleva escrito con pintura negra, en letras de imprenta, en mayúscula y subrayado: “KURANTO”. Debajo, con pintura blanca y una flecha que señala hacia el lugar donde se lleva a cabo su cocción, se lee “consultas y reservas” y un número de teléfono. El curanto es una de las formas de ganarse el sustento. Uno de los desarrollos económicos de la comunidad destinado tanto al turismo local como al extranjero. Pero, es más que eso. Es una forma de vida. Un ritual que se transmite de generación en generación. Un acto de resistencia. Evoca solidaridad y comunión.
El sueño de Marta, como vocera de la comunidad Millanloco Ranquehue, es el de permanecer en esas tierras, defender el territorio. Por ellos, sus hijos y nietos. Nos dijo, lo vemos, que viven de manera humilde. Con comodidades básicas. Los chicos van a la escuela pública. Aprenden a trabajar la huerta y otros quehaceres. Se intenta revalorizar la cultura y espiritualidad mapuche a través de estos emprendimientos. Marta está convencida de que es bueno compartir lo que hacen. «Nosotros nos dimos cuenta de que esta división tan tajante que han hecho los estados entre unos y otros beneficia solamente a los estados». Bariloche es una ciudad intercultural, insiste. Hace años que venimos trabajando en fomentar los “acercamientos”. «Nos interesa que nos conozcan». El encuentro llega al final. Marta agradece a los organizadores de NAVE de NO FICCION por haber dictado uno de los talleres en la comunidad, como una forma de contribuir a ese acercamiento. El objetivo está cumplido. Hubo tiempo para que las caras y las manos que trabajan esas tierras y las voces que reclaman lo suyo cobren nombres. En el de Marta, están resumidos todos.
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Esta crónica es producto del taller de Periodismo Gonzo de Revista Late, dirigido por Emiliano Gullo, Exequiel Svetliza y G Jaramillo Rojas el segundo semestre de 2023.
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