Aluar: el secreto del flúor en la Patagonia
En la Patagonia argentina acusan por contaminación con flúor a Aluar, una de las diez empresas más grandes del cono sur y la mayor fábrica de aluminio de América Latina. La empresa lo niega, pero no aporta pruebas y el Estado no la controla.
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Cientos de miles de turistas visitan cada año Puerto Madryn, una ciudad de 120 mil habitantes en la provincia de Chubut, norte de la costa patagónica argentina, para ver ballenas, pingüinos y lobos marinos. Pero la ciudad no vive principalmente del turismo, sino de Aluar, la fábrica de aluminio más grande de América Latina. Las chimeneas de esta empresa no se apagan jamás.
Desde hace 30 años un verborrágico ingeniero mecánico de 73 años llamado Carlos Moreno denuncia que de esos tubos sale más flúor del permitido: “por eso tanta gente se enferma en Madryn”, dice. La planta de Aluar da al mar y está al norte de Madryn, basta que el viento sople hacia el sur para que la gente respire lo que sale de las chimeneas.
Las pruebas que Carlos presentó en 1997 ante la justicia provincial no fueron suficientes para un tribunal local que las juzgó. Entre los documentos presentados había informes elaborados por la propia Aluar: están todavía en una carpeta que Carlos Moreno aún lleva en un portafolios verde de cuero a cualquier lugar, como si fueran las llaves de su casa o la billetera. Los papeles son de 1991 y en ellos la empresa reconoce que a medida que la medición se acercaba a la fábrica la presencia de flúor en el aire aumentaba. Los directivos de la empresa fueron absueltos y no pagaron multas. Desde entonces se desconocen públicamente las cifras de las mediciones de impacto ambiental.
Carlos estudió ingeniería mecánica en La Plata, la capital de la Provincia de Buenos Aires, y llegó a Madryn hace cuatro décadas para trabajar en una empresa contratista de Aluar: “antes, como el flúor sirve para potabilizar el agua, se pensaba que no era contaminante, al contrario, se creía que era recontra bueno”, explica.
Según Carlos, lo despidieron porque empezó a cuestionar el impacto ambiental de Aluar y desde entonces el flúor es su obsesión. Comentó casi todos los videos de Youtube relacionados con la empresa, creó un grupo de Facebook sobre el cáncer en Madryn, usó la “banca del vecino” para denunciar a Aluar en el Consejo Deliberante (el parlamento local), produjo un programa de radio para informar las novedades del caso, se hizo camisetas que dicen en grande “No al flúor”, predica en la plaza central de Madryn con megáfonos y altoparlantes. Busca justicia pero también venganza.
–¿Por qué hace esto a pesar de estar tan solo en la lucha durante tanto tiempo?
–Porque me dejaron en la miseria.
🏭La película del flúor🏭
Con el ruido de las turbinas de Aluar comienza “El encanto de la mosca”, la película que estrenaron este año Octavio Comba, nacido en Madryn, y Lucía Levis Bilsky, de Buenos Aires. Por ahora solo se puede ver en los cines públicos o en los festivales donde la proyectan. La mosca es como se le dice coloquialmente al dinero en Argentina.
La película de Lucía y Octavio logra documentar con testimonios las denuncias de Carlos. Como los de tres personas que fallecieron durante la pandemia, poco después de ser entrevistados: un médico que trabajó en Aluar y escribió un libro sobre cómo ocultan información, una ex diputada que recopiló información de enfermos de cáncer y de fluorosis, un extrabajador que confirma que “Aluar contamina y todo el mundo lo sabe”.
Casi un año después de haberse estrenado en Buenos Aires y otras ciudades del país, la película se pudo ver por primera vez en el lugar de los hechos. Asisten al auditorio de la Fundación Namuncurá, más de 300 personas. Después de la película casi todos se quedan al debate, unos veinte levantan la mano y les acercan un micrófono, son de diferentes edades y clases sociales, y dicen algo que nunca habían dicho en público: “Yo trabajo en un centro de investigación y si trabajas en algo relacionado con Aluar no te dan la beca, si hasta los muebles que tenemos los donaron ellos”, “No entiendo cómo no nos organizamos para frenar esto”, “La empresa controla al gobierno municipal y provincial y no al revés”.
Carlos tomó la palabra varias veces: “Hay un problema mundial que es la fluoración de agua potable pero el principio del problema es el aluminio y en Madryn tenemos la única fábrica de eso del país”, dijo en una de las intervenciones. “El problema es la producción electrolítica del proceso Hall-Heroult, tienen que disimular los efectos de flúor que tiene esa manera de hacer aluminio”, dijo en otra. “Para salvar al planeta del cambio climático hay que reducir los gases fluorados de la estratosfera”, cuando habló por tercera vez.
El anfitrión, presidente de la Fundación Namuncurá, Lautaro Merino, cuenta que su organización da comida y educación a cientos de niños analfabetos y que tiene una radio que es una de las más escuchadas en la ciudad: por eso el éxito de la convocatoria para la presentación de la película. Una de las primeras veces que la denuncia de Carlos tuvo rebote fue cuando esa radio le dio espacio. Desde entonces, dice Lautaro, Aluar dejó de hacer donaciones para comprar comida. “Es que hicimos un taller con los chicos para identificar las principales preocupaciones que tienen y salía Aluar, no podíamos no decir nada”.
–¿Les preocupaba la falta de trabajo?
–No, mirá, yo crecí acá y si se hablaba de Aluar era porque tu papá trabajaba ahí, pero para estas nuevas generaciones Aluar es un problema ambiental, y eso es gracias a la valentía de los pocos que intentan ponerlo en agenda.Es que en toda la provincia de Chubut vive la misma cantidad de gente que en un barrio de Buenos Aires, y tenemos muchos recursos naturales pero somos pobres, entonces los pibes ya no ven a Aluar como una esperanza. Ha ayudado a la ciudad pero en detrimento de nuestra salud y nuestro paisaje.
En Chubut fueron famosas dos grandes movilizaciones sociales en contra de proyectos extractivos de megaminería: el “No a la mina” en Esquel y el “Chubutazo”, en diciembre de 2021, en Trelew a pocos kilómetros de Madryn. Para Lautaro, lo que sucedió en la presentación de El encanto de la mosca, “ojalá sea como lo que pasó al principio con las asambleas barriales”, que dieron origen a esas movilizaciones.
🏭Sonrisas envenenadas🏭
El flúor es parte de nuestra vida. Es una sustancia peligrosa, un gas irritante, de amarillento pálido a verdoso que huele mal pero casi nunca lo vemos ni sentimos. Es el mineral que hace el esmalte de los dientes más resistente a las bacterias cada vez que los cepillamos, pero también es el que ayuda a purificar el agua, combustionar cohetes, producir antibióticos, anestesiar personas, aislar la electricidad y hacer televisores plasma. El flúor se llama así porque ayuda a fluir a otros minerales, por ejemplo al hierro.
Para la Academia Americana de Pediatría el flúor no produce cáncer, como dice Carlos. Sin embargo, un exceso de exposición en aire o de consumo en agua, dicen diversos estudios científicos, provoca alteraciones “sobre la morfología y bioquímica cerebral, que afectan el desarrollo neurológico de los individuos y, por ende, de funciones relacionadas con procesos cognoscitivos, tales como el aprendizaje y la memoria”. En China, 16 millones de personas expuestas a la contaminación del aire con flúor de la producción de carbón presentaron síntomas de fluorosis: “Los huesos se vuelven frágiles y quebradizos. En sus manifestaciones más graves, la fluorosis esquelética es muy invalidante: los ligamentos se calcifican, se pierde masa ósea y surgen los problemas neurológicos por la compresión de la médula”.
Raul Montenegro es el director de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente (FUNAM) y ganador del premio Right Livelihood, conocido como el Nobel ambiental. Explica que hay tres fuentes de contaminación con flúor: la acuífera, el uso antrópico y la descarga de industrias.
La contaminación acuífera es la más importante en cuanto a cantidad de lugares que sucede: en aquellos donde esa agua se usa para ser potabilizada, se da de manera natural por las características de la tierra y en general donde hay flúor, hay arsénico. El uso antrópico del flúor, que para Montenegro es la contaminación más grave por lo poco que se la problematiza, se refiere al tratamiento del agua con flúor o cuando se lo usa por ejemplo en pastas dentales: según el científico “de manera desmedida y sin demasiada ciencia detrás”. La contaminación por parte de industrias es cuando una empresa descarga flúor al ambiente, como es el caso de las fábricas de materiales con teflón que descargan en los ríos o el de fábricas de aluminio, como Aluar, que se descarga por aire.
Montenegro subraya que “siempre las afectaciones son multicausales, una persona puede enfermarse porque toma agua contaminada con una cosa y respira aire contaminado por otra” y eso complica determinar de manera lineal el impacto de algunas actividades. “Casi nunca hay una sola fuente”.
–¿Le llegó información específica de Aluar?
–Sí, es casi una movida unipersonal del ingeniero Moreno, esa. Pero ahí por la propia naturaleza de la producción de aluminio hay descarga de flúor y hay riesgo. Sucede como pasó con una empresa de energía en Córdoba, algunos sectores internos presionan para que esto tenga estado público pero se termina optando entre tener trabajo con contaminantes o dejar de tener trabajo. A veces, los sindicatos por ejemplo prefieren seguir trabajando y que les paguen más por actividad peligrosa. Es decir, a veces las comunidades son cómplices de lo que pasa. Es como si dijeran “es el riesgo que hay que pagar para tener trabajo”.
–¿Por qué no podemos encontrar datos concretos sobre esta contaminación?
–Por la relación entre los gobiernos y los empresarios. Por lo general las empresas presionan con que si les obligan a hacer más controles van a reducir personal o inversiones.
🏭Orgullo argentino🏭
Aluar significa “Aluminio Argentino” y viene de otra era del país. Nació en 1971, cuando Argentina se sentía potencia mundial, antes de que la dictadura que comenzó en 1976 desindustrializara el país. Hoy Aluar produce casi medio millón de toneladas de aluminio por año, de los que exporta el 70%, y da trabajo directamente a más de dos mil personas e indirectamente a varios miles más. Factura en promedio más de 1000 millones de dólares al año.
El 72% del paquete accionario de Aluar pertenece a la familia Madanes Quintanilla que también posee la central hidroeléctrica Futaleufú y la fábrica de neumáticos Fate. Los periodistas Tomás Lukin y Santiago O’Donnell, denunciaron en el libro Argenpapers que los Madanes tuvieron “fideicomisos y sociedades offshore en Islas Cook, Bahamas, Islas Vírgenes y Panamá con conexiones a cuentas en Suiza”. La fortuna de los Madanes según Forbes es de al menos 1400 millones de dólares. Es decir, unos 500 millones de dólares más que el presupuesto para 2022 del gobierno de la provincia de Chubut, encargado de controlar a la empresa.
En los últimos meses escribí a quince diferentes directivos y empleados de Aluar:
Estoy haciendo un artículo sobre la posible contaminación por flúor por parte de Aluar. He visto en la web de la empresa que hacen un monitoreo del aire pero no he podido acceder a las cifras del mismo. El motivo del contacto tiene que ver con solicitarles acceso a las mediciones y además, de ser posible, una entrevista con usted o con otro representante de la empresa que pueda dar la información y la posición de la empresa sobre esta cuestión.
Solo respondió María Elena Lizurume, Coordinadora Principal de Relaciones con la Comunidad e hija del exgobernador José Luis Lizurume.:
Atento el interés que surge del mismo en clarificar el tema, le puedo informar y ratificar por el presente que ninguna contaminación por fluor es provocada por Aluar. Al respecto le manifiesto que Aluar cumple debidamente con las normas vigentes en materia de control ambiental sobre monitoreo del aire, reportando a las respectivas Autoridades de Aplicación locales (Secretaría de Ecología y Protección Ambiental de la Municipalidad de Puerto Madryn), provinciales (Ministerio de Ambiente y Control del Desarrollo Sustentable de Chubut) y nacionales (Red Federal de Monitoreo Ambiental del Ministerio de Ambiente de Nación), donde se encuentran disponibles datos sobre este particular. Sin más que informar, lo saludo cordialmente.
Frente a la insistencia de datos concretos, no respondieron ningún correo más.
🏭Desinformación oficial🏭
El subsecretario de Fiscalización y Recomposición del Ministerio de Ambiente de la Nación, Jorge Etcharrán, afirma que por jurisdicción quienes deben controlar que la empresa no contamine son los gobiernos provinciales y locales.
–¿Pero es normal que quien mida el impacto ambiental sea la propia empresa y que los datos no sean públicos?
–Normalmente la empresa debe entregar sus propios informes aunque los gobiernos tienen el derecho y en cierto punto la obligación de auditar eso.
–Ustedes no tienen la información que la empresa alude dar y los gobiernos provinciales y locales no responden, ¿desde el nivel nacional no se puede obligarlos a informar?
–Para que te des una idea, en la pandemia tuve que relevar manualmente, por teléfono, la información sobre desechos patológicos porque la información no fluía. Hay dos límites, por un lado este un país federal, con jurisdicciones marcadas, y por otro la cuestión ambiental es relativamente reciente, los Estados provinciales y locales no tienen el hábito de informar y controlar, a pesar de que en los últimos cinco años eso ha mejorado gracias a la aprobación de normas nacionales e internacionales como el Acuerdo de Escazú, y también porque las consecuencias ambientales son cada vez más visibles.
–Ustedes no pueden actuar de oficio en el caso de Aluar, entonces.
–Así es. Actuamos cuando hay un conflicto interjurisdiccional, que en este caso no hay, o cuando hay una denuncia. Y en este caso nadie ha denunciado nada ante el ministerio de Ambiente de la nación.
Para Raúl Montenegro esta forma de manejarse de los Estados “es primitiva y está llena de ruidos” y tiene que ver con que “en América Latina en general, pero en Argentina en particular, hay una regla general y es que el Estado delega implícitamente la gestión ambiental en la protesta y la resistencia social, el estudio epidemiológico serio por ejemplo se hace solo como resultado de esa presión, supongamos en el caso de Aluar, si la presión popular hubiera sido fuerte de pronto hubiera habido una evaluación independiente de la morbimortalidad ligada a factores de riesgo”.
De hacerse ese estudio serio, según Montenegro, hace falta que el Estado escanee las muestras biológicas y en ambiente pero igual “en este caso hay un riesgo obvio, ya ese riesgo debería ser suficiente para que la planta no esté ahí”.
🏭El problema son los datos🏭
Julio, de 40 años, siempre quiso trabajar en Madryn. Un día vino de vacaciones y aprovechó para dejar el CV. Trabajó en Aluar dos años en el área de control de calidad y en el de control ambiental. Fue despedido, según denunció, por cuestionar la manipulación de los datos de impacto ambiental que registra la empresa: “por más que me paguen no podía hacerme el boludo”.
–¿Cómo contaminan con flúor?
–Todo el proceso de electrólisis para hacer aluminio, con todo lo que se agrega como la fluorita, el producto de desecho principal es flúor. Encima antes las cubas donde se hace eso en un momento no tenían ni tapa, la gente que trabajaba ahí tenía 50 años y parecía de 80: un calor infernal, electromagnetismo. Después pusieron las tapas pero igual falta control.
–¿Y cómo manipulan la contaminación?
–Informan lo que más les conviene, no medían el tipo de particulado que se mete en los pulmones, me llegaban formularios incompletos o no me respondían los mails porque son evidencia, ellos miden ocho lugares y seleccionan los cuatro más bajos, vino un jefe un día y me dijo que no informe datos altos porque estábamos en época electoral.
–¿Esa contaminación es inevitable? ¿En tal caso qué costo tiene evitarlo?
–No tiene que cerrar la fábrica, tienen plata, pueden invertir, pero hay que exigirles. Por ejemplo, para tratar residuos hay solo una sola planta y cuando llueve todo eso va al mar y no lo juntan. Hay aceites de transformadores, mercurio, brea tóxica, máquinas, todo eso está enterrado y va terminar filtrándose a las napas y al agua que consumimos
–¿Y por qué no se regulariza?
–Porque nadie se lo exige. Aluar es una planta de los 70’ con mucha tecnología vieja, tuvo que haber un juicio en su momento para que la gente no se vaya con la ropa llena de brea a la casa. Yo cuando denuncié, me citó la encargada municipal de medio ambiente, me hizo pasar sin registrarme en mesa de entradas “para cuidarme” y me contaba que todas las denuncias que le llegan los propios empleados municipales las filtran a la empresa. Me confesó que es complicado auditar a Aluar.
–¿Qué razón te dieron para despedirte?
–Que estaba generando mal clima laboral: “no podes informar las cosas que informas” me dijo mi jefe. Y yo le respondía que era mi trabajo, pasarle a él esos datos.
A pesar de todo eso, Julio conserva esperanzas de volver a trabajar en Aluar “si un día la empresa regulariza su situación”. Como en Madryn no encontró trabajo de lo suyo se tuvo que ir a Buenos Aires. Dice que tiene pruebas que se llevó de la empresa pero no las quiere mostrar porque firmó acuerdos de confidencialidad. Se las presentó a un fiscal, recuerda, “pero no hizo nada y me dejó expuesto”. Se arrepintió de denunciar: “A la gente no le importa, nadie tiene los huevos ni la capacidad de enfrentarlos, yo hice lo éticamente correcto pero desisto en continuar algo que no va a llegar a ningún fin”.
Todo lo que sucede en Puerto Madryn, desde ver pingüinos hasta mirar documentales tiene un zumbido de fondo. Es más audible los domingos a la mañana cuando casi no hay tránsito. Es la cortina de sonido de la ciudad, como si en algún lado lejos y en loop, siempre estuviera aterrizando un avión. Son las turbinas de Aluar, un ruido que se oye pero no todos quieren escuchar.
(*) Este proyecto de Historias Sin Fronteras fue desarrollado con el apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes e InquireFirst.
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