| junio 2022, Por Fernando Duclos

El lado b de viajar (y de un newsletter)

Fernando Duclos, Periodistán, escribió su newsletter este mes sobre “lo que no se ve en las fotos”: el lado b de viajar. Por eso este mes publicamos también lo que no se ve en el newsletter, el lado b de un correo: sus respuestas. Aquí están algunas de ellas, cartas de lectores, las que siempre están ante cada e-mail, si no hay respuesta cada nota que publicamos es solo una botella al mar y no, como en este caso, un amor correspondido. 

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Hola Fer!

Nunca respondí un newsletter y no estoy muy segura sí se debe hacer ( ¿es de cholula responder ?)
Hace unos días le recomendé a un amigo tu libro sobre la ruta de la seda. Le advertí que no era una crónica de viaje común y silvestre. Qué, a mí criterio, y lejos de pretender ser una sommelier de nada, lo que marca la diferencia es ese recorte de la realidad que vos decidís hacer y, por sobre todo, decidís contar. . Uno cuando mira, puede mirar muchas cosas, pero vos, no elegís mirar lo habitual, sino un poco más allá.
No sé sí alguna vez escuchaste hablar sobre el concepto de “sentipensar”, de Saturnino de la Torre, supongo que sí. Vos escribís desde ahí, desde tu sentipensar, por eso, tus crónicas son distintas.
Como no estoy tanto en redes, me hice muy fan de tu canal de Telegram y es el qué, más de una vez, me ha asegurado la sonrisa del día. Gracias.

Sigo atenta a estos canales de comunicación!e

Abrazo fuerte y largo

M!

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Fernando,
gracias por permitirme vivir tu viaje.
Soy alguien que por cuestiones de la vida empezó a viajar de grande (después de los 40 años) y en situaciones de comodidad.
No sé si alguna vez, aún pudiendo hacerlo, me hubiera animado a encarar las travesías que nos relatás.
Al menos vaya mi afecto a la distancia y mi admiración por la valentía con la que no solo viajás si no con la que evidentemente vivís.
Me quedo siguiéndote por la web y disfrutando de tus libros.

Abrazo grande,
Alberto.

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Che Fernando como me bajo de este newsletter!??!!! Ya te mande reiteradas veces que no quiero seguir recibiéndolo y tampoco pones un botón de baja!

¡NO LO QUIERO RECIBIR MÁS!

Nicolás

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Buenas,

hace un tiempo que sigo tus relatos intermitentemente. Comprendo lo que te sucede. En mi caso me fui de argentina, primero a colombia 5 años y ahora estoy en el norte de méxico haciendo un posgrado. La semana que viene viajo a argentina después de 5 años. Hay muchas cosas que se mueven internamente. Mi abuela y mi abuelo ya no están, y los sobrinos crecieron metros. Pero creo que al final la vida que elegimos vale la pena. Aunque a veces la pena sea grande.


un abrazo


Damian 


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Hola Fernando,
una de las razones por las que te sigo, es precisamente por ésto que planteas y exhibís en tu mail, tu franqueza, tu humanidad, tus temores, tus alegrías que sabes transmitirlas de una manera única y especial que nos hace vibrar a todos los que no hemos viajado ni una décima parte de lo que has hecho.
A través tuyo he recorrido lugares impensados que han abierto mi curiosidad de manera increíble. Ojalá algún día pueda seguir alguna de tus huellas y si no sucede, habré viajado con vos y eso es un montón.
Desde chica, recuerdo devorarme todo lo relacionado a geografía, a historia y a los viajes. El suplemento de Clarín que salía los domingos era lo único que me interesaba y lo leía desde el inicio hasta el final. 
Sólo puedo decirte que te acompaño desde aquí, que espero puedas superar la nostalgia por el terruño para poder seguir disfrutando de lo inquietante, magnífico y bello de la India, (confieso que no estoy segura de poder hacer ese viaje, jaja) y que Buenos Aires, y todos nosotros aquí te esperamos.
Abrazo gigante!


Laura


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Me encuentro de viaje en el exterior hasta el lunes 4 de julio . Mi cuenta de mail estará limitada en ese tiempo. Por favor, reitere su mensaje luego de esa fecha. Gracias!

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Fernando. Gracias por permitir ser copiloto de este genial viaje en lo turístico y principalmente en lo narrativo. Felicitaciones. A continuar llenando la mochila de tanta experiencia. Buen Viaje. 


Hugo


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Wow, gracias por la historia. No suelo escribirte pero me sentí muy identificado con esto que contás. Me gusta viajar y lo he hecho casi que cada vez que pude, pero siempre me pasa lo mismo, después de una o dos semanas empiezo a extrañar mi lugar sin importar lo maravilloso que sea lo que tengo alrededor. Si sirve como aliciente acá el mundo postpandemico está bastante fiero, creo yo que por la condensación de la rutina y el énfasis en el individualismo que nos dejó la pandemia, y tus mensajes fotos y videos sirven para salir viajar un poquito aunque sea virtualmente.
Un abrazo desde Argentina que siempre va a seguir siendo tu lugar y te va a recibir con un millón de posibilidades de cosas para hacer cuando decidas volver.


¡Gracias!


Nahuel

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Hola Fer! No se que hora serán donde estás en este momento, así que no sabría como saludarte.

Suelo ser de tus lectoras silenciosas, pero este mail me impulsó a escribirte.

Si siempre me hipnotizan tus textos, fotos, hilos o cualquier exposición que viniera de tu parte, ésta fue aun mas atrapante.

Gracias por humanizar tu día a día.

Como yo no soy muuuy fan de los viajes (de hecho, no soy de esas personas que vivirían viajando), me sorprendió para bien leer tu lado B. Saber que hay una persona que extraña sus afectos, sus cosas, su almohada y hasta su baño, le da mas valor a todo el resto de lo que nos cuentes.

Gracias por eso!

Saludos quemeros,

Lorena

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Ausente / Absente / Out of office Re: Lo que no se ve en las fotos


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Excelente reflexión (que es lo que buscamos al leerte también), todo lo “mágico” que uno se imagina antes de viajar se matiza un poco cuando estás ahí, porque un día estás triste, o perdés un bondi, o te sentís mal y darías la vida porque te internen en el Durand antes que en el mejor hospital de la India…
Y claro que se magnifica todo lo que pasa acá, es tremendo eso, uno flashea con cosas que no tienen mucho sentido. Pero te das cuenta cuando volvés. Igual es así la vida, siempre lo que no tenemos o lo que está lejos se valora más. Difícil aprender a valorar las cosas en el momento.
Gracias por tus crónicas.
Lo único que sí te estás perdiendo es ver en tu equipo al mejor arquero del mundo, un pibe del mejor semillero no se consigue todos los días.
abrazo
Ernesto

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El mié, 8 jun 2022 a las 13:55, Fernando Duclos (<contacto[at]revistalate.net>) escribió:

Hola amigos, hola amigas, ¿Cómo están?

El último mail que les mandé fue sobre el estado (comunista) de Kerala, uno de los más interesantes de la India. El anterior había sido sobre la crisis total en Sri Lanka, que, dicho sea de paso, cada día empeora un poquito más. ¿Sobre qué será este? Bueno, siempre trato de hacer una mezcla, que creo que suele ser sustanciosa: les cuento un poquito de mí, de cómo estoy, de cómo va el viaje y luego -la parte que más me gusta, porque, aunque no lo crean, soy tímido- arranco con la historia principal del texto, aquella que se convierte en el eje de este intercambio. Hoy, sin embargo, será diferente.

Desde el primer día que arranqué a viajar y a escribir sobre viajes, me surgió una enorme disyuntiva que expreso ahora en forma de pregunta: ¿Qué es lo que quiero contar? No tengo -por suerte- la respuesta definitiva a este gran interrogante, que suele asaltarme bastante seguido, reclamando urgencia, pero lo manejo como puedo, como me sale.
Y cuando me pregunto sobre lo que quiero contar, en realidad, la gran duda que me surge es: ¿Hasta qué punto debo hablar de mí y hasta qué punto debo “esconderme”?

Antes de comenzar el viaje que me lanzó a la masividad (ilusoria) de las redes sociales, leía muchos blogs de viajes. Desde pequeño, desde siempre, me apasionan los trayectos, los recorridos, las aventuras: el movimiento. Y, por supuesto, no leía blogs sobre Paris o Madrid, de los que considero ya no queda mucho por contar: buscaba aquellos que me llevaban de viaje a los “países raros”, esos que se ubican por fuera de las rutas consideradas tradicionales. Leía y leía, e incorporaba. Pero siempre había algo que me faltaba, algo que no me cerraba. Encontraba, en aquellas lecturas previas, dos categorías de bitácoras diferentes:


1) Aquellas que sólo se referían a lo que hacía el viajero. Ejemplo: “Me alojé en tal hostel en Bangkok. Recorrí el mercado, muy lindo. Conocí a una chica de Finlandia y le di de probar fernet. Hoy vamos juntos a recorrer unos templos budistas”.

2) Las que se proponían ayudar a los futuros turistas. Léase: “Diez lugares imperdibles que tenés que conocer sí o sí de Tailandia”.

Con los textos relativos al primer ejemplo, lo que me sucedía era lo siguiente: después de dos o tres bitácoras (dos, bah) dejaban de importarme, me aburrían. ¿Para qué quiero saber lo que hizo alguien que no conozco en una ciudad que me queda a 15.000 kilómetros de distancia? Si fuera mi amigo, sí, claro: me lo podría contar por teléfono, pero…¿Un desconocido? No, gracias. Los abandonaba muy rápido (porque, además, seamos sinceros, todos los turistas, por más que nos creamos súper “outsiders”, terminamos haciendo más o menos lo mismo; se me volvían monótonos)

Con los textos relativos al segundo ejemplo, bueno, sí, son útiles cuando viajamos, claro. Yo a veces los leo. Pero sólo cuando viajamos. A mi me pasaba, al abrir estos blogs, que me amargaba terriblemente viendo las playas de Tailandia en mi computadora mientras esperaba que saliera el café de la máquina, y mi jefe me informaba que las nuevas sillas llegarían al día siguiente…y yo leía que desde el aeropuerto te podés tomar un taxi hasta el centro y que el agua de coco sale menos de medio dólar…o sea: siempre me parecieron textos que le sirven al 0,001% de la población -los que están pensando en viajar al destino descripto- y que, después de la euforia inicial, si sos del 99,999% restante, te deprimen.

Yo no quería nada de eso. 

Lo que quería era contar la historia de los lugares, su geografía, su cultura, los deseos de su gente, la música, la vida cotidiana de las personas, sus anhelos, sus problemas, preocupaciones, cómo es vivir en Nepal, cómo es ser un pastor en Irán, cómo es ser una mujer cristiana en Siria…¿Primera persona? Completamente inservible. No quería que la gente supiese de mí, yo sería sólo un transmisor -no objetivo, por cierto- de lo que vería, de lo que viviría. “No voy a ser como esos viajeros que sólo hablan de ellos y que no nos cuentan absolutamente nada del lugar”, me repetía.

Pero eso… eso también era un error. Y luego me di cuenta.

Porque, hay que admitirlo, si alguien quiere conocer sobre la cultura de Siria, Tayikistán, Estonia o el país que sea, y leer un texto que le explique sobre la religión, las danzas y los deportes, no tiene más que buscarlo en Wikipedia. Encontrará artículos fríos, larguísimos pero muy completos sobre cualquier tópico que busque, y listo, problema solucionado.

Un viajero debería poder mostrar otra cosa, me decía…¿Pero qué?

Mi conclusión, que intento poner en práctica hasta hoy, hasta este mismísimo momento, no es muy novedosa y, desde mi punto de vista, es casi obvia. Pero lo que es lógico para uno no siempre lo es para el resto, y además -lo más importante- me funciona y me hace sentir bien. Lo que hago es escribir sobre los países, sus costumbres, su cultura, su gente y su historia pero siempre bajo la perspectiva de alguien que está en el lugar, y eso me obliga sí o sí a usar la primera persona. Pero no es la primera persona del regocijo (mírenme dónde estoy), la que existe en aquellas bitácoras que describía al principio, sino una primera persona utilizada sólo en función de poder explicar mejor -con sensaciones, con impresiones- lo que sucede en “otros mundos”. Hubo un capítulo de mi libro, por ejemplo, que fue el que más vergüenza me dio escribir, que se llamó “El sexo y el amor en Medio Oriente”. Allí, conté algunas experiencias que tuve en esta región del mundo, con el único objetivo de que se comprenda mejor, a partir de mi experiencia, cómo funcionan, en aquellos aspectos, esas sociedades. 

Alguna vez lo bauticé “turiodismo”, y me sigue gustando: entre el aburrimiento que me provoca el “yo estuve” y un texto impersonal de Wikipedia, elijo el punto medio: siempre con consciencia del lugar que uno ocupa, de lo sesgado -y aún así, inaprehensible- de todas las visiones, abajo del pedestal y con la única intención de mostrar que la forma en que nosotros nos relacionamos con lo que nos rodea es solamente una de las tantísimas que existen en la Tierra.

Ahora, ¿Por qué escribí todo esto? ¿De dónde salió toda esta catarsis? 

Bueno, es que, después de tantos correos, ya los siento un poco cercanos y, ¿Por qué no hablar de ciertas cosas? Estoy hace 120 días afuera de mi país, sin escuchar mi idioma,  a veces lo necesito…

Y además -y acá viene la parte principal del texto-: extraño.

Sí, extraño. Mucho.

Estoy cansado. Con mucha energía para seguir, pero, al mismo tiempo, cansado.

Y por eso, decidí que en este mail, en franca contradicción con lo que declamé y lo que suelo hacer, sólo hablaré de mí.

Es muy intenso India, fascinante, y es un viaje del que uno, inevitablemente, no vuelve como partió. Pero, al mismo tiempo, es muy cansador, demasiado. Recién, mientras escribía estas líneas, le pedí al encargado del hotel en que estoy, en una ciudad  al pie del Himalaya, que me extienda la estadía un día más, por la única razón de que no estoy preparado mentalmente para -otra vez- meterme en un colectivo diez horas y a la noche, luego, lamentarme por el dolor de espalda.

Por supuesto, extraño también mi antigua zona de confort, mi baño, mi cama, mi comida: hay días en que me canso, no quiero tener más que cargar la mochila en mis hombros cada vez que quiero moverme, no aguanto más esos viajes interminables…y obvio que también me hacen falta las rutinas cotidianas de todos los días: mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis amigos y amigas, la gente que quiero ver. Pero lo que más me resiente -en días como hoy- es que, en estos momentos, a medio planeta de distancia de mi casa, toda mi vida está en stand-by. Y eso cuesta. ¿Qué voy a hacer cuando regrese a Buenos Aires? ¿Cómo serán mis días? No tengo la menor idea. Y no es sólo esa incertidumbre, que, al cabo, es lo normal. Es ni siquiera poder plantearla. El futuro aparece a distancia no sólo temporal sino geográfica y, entre ambas, demasiado difuminado.

Luego, agarro el mapa, miro fotos del próximo lugar al que quiero ir, leo, me informo y, como por arte de magia, vuelven las ganas: me siento demasiado afortunado, vivo de lo que me gusta, viajo…pero, créanme, aunque a veces entre los viajeros tiene muy mala prensa, cada vez extraño más mis días “normalitos” y cotidianos entre los míos, mis acciones diarias, repetidas…eso que también me hacer ser yo.

¿Me estaré volviendo viejo tal vez?

Este viaje es, por lejos, el que más me está costando. Y creo que tiene que ver con los dos factores que comenté anteriormente. Lo externo: sí, India es realmente el país (el continente) más intenso en el que estuve en toda mi vida. Pero también -y principalmente- lo interno: ya no soy el mismo de antes, y son otras mochilas -no la que llevo en mi espalda- las que me empiezan a pesar…

Escríbanme, me gusta cuando me responden, díganme qué piensan: ¿Tenemos viajeros experimentados en este grupo? Supongo que sí. ¿Les pasó algo similar? Hoy decidí mostrar un poquito más de lo que siento, lo que me pasa, y todas las dudas que tengo. El impulso -aún fortísimo- de seguir (y lo haré), la inercia de lo que cargo conmigo desde antes…entre tanta foto maravillosa de Instagram, y tanta perfección de redes sociales, la realidad es esta: luces y sombras, kilómetros de distancia, días alegres y días tristes. Desde lejos, además, todo se magnifica.

Como para justificar que este mail está escrito desde la India, les voy a mandar para en las posdatas un par de fotos. Y así dirán: “Qué loco, aún así, en medio de un mail lleno de dudas y angustias, se las arregla para hacernos viajar”. Concédanle ese pequeño consuelo, incluso irreal, a mis pensamientos, déjenme imaginar que sentirán eso…

Prometo que escribiré el próximo correo desde la ruta y no desde el diván, aunque, a veces, terminan siendo lo mismo y, al cabo, eso también es lo lindo.

Un gran abrazo a todos y todas. Con afecto,

Fer.

PD 1: Se abrió la inscripción al taller de política internacional de LATE que está espectacular

PD 2: Si querés, podemos hablar todos los días por Telegram

PD 3: Las fotos…

Primera foto: ¡TEMPLO DE LAS RATAS! El lugar más extremo en el que estuve en mi vida, descalzo, entre más de…¡25.000 roedores! Te pasan por al lado, a centímetros del pie, saltan, corren. Salí con dolor de panza, pero me queda la anécdota para siempre. Esta es la historia del lugar.

Segunda: en el mercado de Bikaner, pequeña ciudad de Rajastán. Hacía 50 grados ese día (eso también va haciendo mella, claro), salí a pasear apenas bajó un poco el sol y me crucé con un amigo de cuatro patas.

Tercera: Jodhpur, también en el estado de Rajastán, es una ciudad conocida porque muchas de las paredes de sus casas están pintadas de azul. No se sabe exactamente por qué: algunos dicen que el color refracta mejor los rayos de sol y que, por eso, en un lugar muy caluroso, adquiría una importancia casi vital. Esto, a su vez, se relacionaba -como siempre- con el poder económico, porque los que se podían dar el lujo de pintar sus hogares así eran quienes más dinero tenían; es decir, las personas de las castas superiores. Con lo cual, al final, el azul se terminó convirtiendo en una distinción de casta. Me parece una teoría bastante interesante.

Cuarta foto: en el impresionante Templo Dorado, centro espiritual del mundo para el sijismo, en Amritsar, la región del Punjab.

 

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