El retorno de los talibanes
¿Vieron que todos los meses, en los correos que les mando, cerramos con alguna música que recomiendo?
Bueno, ahora vamos a hacer al contrario. Primero les dejaré varios temas musicales, para que los pongan como banda sonora del texto que van a leer, y luego empezaremos.
Escribiré sobre Afganistán, un país trágicamente apasionante. Por eso, mi consejo es que, de fondo, escuchen ritmos locales. Les aseguro que haré lo posible para que —como me sucede a mí mientras redacto— se trasladen a esas tierras fecundas en tristeza y maravilla.
1er tema: “Robabi malanga rasha”, de Naghma. Naghma es tal vez la artista más importante de música folklórica afgana. Grabó principalmente en pastún, el idioma más hablado del país; pero también en dari, la lengua, muy parecida al persa, que más se escucha en Kabul. Tiene un enorme reconocimiento internacional y es una mujer con una belleza y una potencia impresionantes. Les recomiendo que, además de oírla y disfrutar, miren el video, ya que van a encontrarse con paisajes, rostros y costumbres afgano; todo de una hermosura deslumbrante. Apenas empieza la canción, esa imagen del hombre que deja el fusil y toma la flauta, es de una fuerza sobrecogedora.
2do tema: “Naghmadokhana”, del Ensamble de Jóvenes de Kabul.
Es una hermosura, ¿qué quieren que les diga? Cierren los ojos y déjense llevar. Y ya que estamos, porque está bastante relacionado y porque la música es de lo más precioso de este mundo, les comparto la historia de la Orquesta Femenina de Afganistán. Lamentablemente —lo verán en la historia que les voy a contar luego— puede terminarse pronto.
3er tema: “Watana mor e Zmong”, de Javed Amirkhil. Esta es —cómo podría decirlo— una suerte de pop afgano moderno. La elegí porque, además de ser muy rítmica, me trae recuerdos muy íntimos y alegres. Iba con mis dos amigos afganos, Rashid y Kareem, en auto, desde Kabul hasta el lago Qargha, con las ventanillas bajas y escuchando este tema a todo volumen, mientras ellos cantaban a viva voz y yo daba golpecitos en el asiento, como si fuera un instrumento de percusión. De fondo, veía las montañas, algunas casitas derruidas, nos cruzábamos con vendedores de melones y sandías, corderos. El viento me pegaba en la cara y lo rememoro hoy como un momento de plenitud.
4to tema: “Yak jahaan ejaaz daarad Bamiyan”, de Zahir y Tahir. Elegí esta canción por dos razones. Primero, porque es una canción hazara, de una de las etnias que viven en Afganistán: sus rasgos son tan diferentes a los de los pastún o uzbekos, que es muy fácil darse cuenta de que tienen algún linaje más cercano a Extremo Oriente que al Hindostán o Persia. Segundo, porque de fondo aparece el hueco en la montaña en donde solían estar los famosos Budas de Bamiyán y me pareció una buena chance de que quienes no conocían la historia, la conozcan; aunque nada es tan simple en este mundo y hay varias versiones de lo sucedido.
5to tema: “Ay Sarbaza Yara”. Es una marcha bélica, son imágenes fuertes, más que nada por la carga simbólica (y tiene traducción en inglés). Una anciana le canta al Ejército y le agradece por defender su patria. Deténganse un segundo y piensen hoy en una canción pop así en sus países: en Argentina, al menos, resulta imposible. En Afganistán no: es la norma. Y dejé este tema como último de la selección porque, nos guste o no, nos tenemos que meter en asuntos de armas, explosiones, luchas étnicas y debacle.
Pero aún así y, aunque lo que viene es duro, el consejo sigue en pie: música afgana de fondo, porque la música salva. Arranquemos ahora.
Afganistán es, junto con Irán, uno de los países que más quiero en este mundo. Me apasionan. Escribí muchísimo sobre ellos. En mi libro hay varios capítulos sobre ambas naciones. Publiqué en Twitter este hilo. Se titula: “El retorno de los Talibanes”. Lo finalicé en el momento en que termina el intento de ocupación de la Unión Soviética al país.
Mi recomendación es que, antes de seguir, lo lean. ¿Por qué? Porque lo seguiré acá, en exclusiva para ustedes mis queridos amigo/as. Será la segunda parte de la historia, un nuevo formato que nunca experimenté antes, porque, al cabo, las redes sociales y la comunicación en general están para construirlas y nos sirven para crear. Habitar las nuevas ideas. Empecemos: un hilo de Twitter, pero vía e-mail, y sin límite de caracteres.
1. Ayer llegamos hasta el momento en que la URSS es derrotada. Estamos en el año 1989.
¿Qué pasará ahora?
Es muy fácil unirse para luchar contra un país invasor, pero mucho más complicado es organizarse luego de la victoria. Una cosa es defenderse del agresor; otra muy distinta crear un país desde los escombros.
En Afganistán, el triunfo cuesta carísimo.
2. El germen de la descomposición se empieza a ver incluso en la algarabía.
Hubo muchas personas de diferentes etnias que lucharon contra los soviéticos y se foguearon en el combate: el comandante más famoso, por caso, se llamaba Ahmad Shah Massoud, le decían “El tigre del Panjshir” y era tayiko.
Pero también había uzbekos, pastunes, hazara.
Y todos reclamarían su parte.
3. Además, obvio, las personalidades de los comandantes. Celos y egoísmo.
Les dejo algunos nombres: Abdul Rashid Dostum (uzbeko) y Gulbuddin Hekmatyar (pastún). Amigos durante la guerra, enemigos durante la paz.
Las tropas de Hekmatyar, ultra religiosas, eran conocidas por su brutalidad en los combates, desollaban vivos a sus prisioneros y arrojaban ácido al rostro de las mujeres que veían sin burqa.
4. Lo cierto es que en el momento en que se va la URSS, empieza la tristísima guerra civil afgana. Todos luchan contra todos. Bombardean ciudades, es una debacle absoluta.
Comandantes y combatientes compiten a ver quién se queda con el botín.
Es un período terrible. Todo afgano que haya vivido esos años conserva hoy, entre sus peores recuerdos, la memoria cruel de aquellos tiempos.
5. Imagina por un segundo que tu país sea el caos. Que no sepas de dónde van a caer las bombas, quién te va a atacar, sentir que cualquier amigo te puede traicionar mientras ves cómo se destruye tu patria. En esas situaciones de desmadre absoluto siempre surgen las ideas más terribles. ¿Cómo hacemos para restaurar el orden? ¿A quién debemos acudir?
6. Recordemos algo.
Durante la guerra contra la URSS, y después, Estados Unidos había equipado a muchas organizaciones, que siguieron luchando luego contra sus propios compatriotas. Además, un montón de gente había dejado sus casas: se habían exiliado en Pakistán y desde allí se preguntaban cuándo podrían volver.
Fue en ese país vecino donde surgió una organización ultraconservadora: el Talibán.
7. En pastún, talib significa “estudiante”. “Los estudiantes”.
Montón de jóvenes exiliados, que habían visto lo peor de la guerra, que conocían muy de cerca la muerte, se juntaban en las mezquitas a escuchar a algunos clérigos conservadores, que les decían que lo único que serviría para organizar Afganistán y sacarlo del caos sería la religión y el orden.
Los valores estaban perdidos: solo una interpretación rígida y radical del Corán podría salvarlos.
Esa gente había perdido toda fe en el futuro. Pero las palabras de los clérigos los encienden, les dan vida, ímpetu, fervor.
“¡Somos los estudiantes!”
8. Como muchas organizaciones, los Talibán también tienen sus mitos fundacionales.
Cuenta la historia que en la primavera de 1994, en un pueblo cercano a Singesar, se corrió la voz de que un señor de la guerra había secuestrado a dos adolescentes y las había llevado a un campamento, donde fueron varias veces violadas por soldados. Entonces, los talibanes liberaron a las niñas y ahorcaron al warlord del cañón de un tanque.
¡Eran ellos!
Entre tanto caos y un país que se descomponía, ¡ellos venían a poner orden!
9. Así, el movimiento Talibán, con esas acciones, gana cada vez más adeptos; principalmente en el sur del país, el cinturón pastún.
De nuevo, traten de colocarse en la piel de un afgano en esos tiempos: el país se cae a pedazos, te pueden matar en cualquier momento… y, de repente, viene una milicia organizada a restaurar el orden con métodos sanguinarios y sin pensárselo dos veces.
Además, Afganistán es un país muy religioso, y ellos levantan la bandera de la fe y el Corán contra “el libertinaje” y “la putrefacción social”.
Visto a la distancia, y conociendo lo que luego serían los Talibán, es difícil entender su éxito; pero entonces, para mucha gente, la aparición de este grupo fue casi una salvación.
10. En una nación en escombros, el avance talibán, desde aquellos jóvenes que se juntaban en las mezquitas pakistaníes, es imparable y veloz. Conquistan Kandahar, la gran ciudad del sur. Se expanden muy rápido: tienen la moral altísima, tienen armas, no los pueden vencer. En un abrir y cerrar de ojos controlan medio país. Es inevitable que lleguen a la capital, moderna en los parámetros afganos y multiétnica: Kabul.
El 25 de septiembre de 1996, día histórico para ellos, hacen su entrada triunfal.
11. Ahora, ¿Qué hacían los talibanes cuando tomaban una ciudad? ¿Cómo la organizaban? ¿De qué forma intentaban restaurar el orden?
Ejecuciones públicas en los estadios, a cualquiera que infrinja las normas establecidas por el orden y la moral. Al adulterio: lapidación. Ladrones: manos cortadas. Bebedores de alcohol: flagelación.
Por convencimiento o coerción, la población les entregaba las armas.
Se vivía bajo la ley marcial talibán, con la interpretación que ellos hacían de las reglas. Sí o sí había que rezar cinco veces al día y los hombres debían llevar barba y pelo corto.
Ninguna conducta inadecuada.
Contra el caos, rectitud. Al costo que fuera.
12. En esa rectitud impuesta por los Talibán, sumado al viejo código de ética que manejan los pastún y la interpretación radical de los preceptos religiosos, quienes peor la pasaron fueron las mujeres.
De por sí, la afgana siempre fue una sociedad conservadora. Pero los Talibán se encargaron de correr los límites aún más.
El papel de las mujeres, para ellos, era el de encargarse de la cohesión familiar. No podían hacer nada, absolutamente nada, que atentara contra ello, o estuviera fuera de esos objetivos.
¿Hacer ruido de zapatos al caminar? El toc-toc provocaría a otros hombres y despertaría deseos lascivos. Prohibido.
¿Cantar? Tampoco. ¿Para qué sirve? ¿Salir solas a la calle? Por supuesto que no y, en todo caso, sí o sí con burqa.
¿Hacer deporte, pintar?
Tampoco podían ir a la escuela: allí verían hombres que no eran de su familia.
Había que hacer escuelas separadas, pero no existían los recursos.
“Que se queden en sus casas”.
13. Quiero dejar en claro dos cosas:
Trato de hacer las historias con proximidad, por eso me tomo algunas licencias en la forma de narrar. Pero lo que cuento fue así. No hay invención en mis textos.
Aquí pueden seguir leyendo sobre las restricciones para las mujeres durante el gobierno Talibán.
14. Lo otro que quiero dejar sentado, y es muy complejo, es lo siguiente:
Para muchas mujeres, sobre todo en las ciudades grandes o Kabul, el período talibán fue una pesadilla, el mismísimo infierno. No tenían ningún tipo de libertad de acción. Vivían para servir a los hombres.
Pero hay que tener claro que, para otras, principalmente en el interior del país y en los pueblos más pobres, estas medidas tuvieron arraigo.
¿Por qué?
Primero, porque sus vidas eran así desde antes. Y segundo, porque, comparado a lo que había sido la guerra civil, ganaron en seguridad y certezas. No olvidemos que la acción fundacional talibán es asesinar a un violador.
15. Los Talibán, así, gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001, con estas reglas.
Cómo reaccionó la comunidad internacional ante ellos merecería un capítulo aparte, pero hay que decir que, en un principio, los apoyó bastante (una delegación talibán llegó a ir a Houston… y otra, a Buenos Aires).
Hay que tener en cuenta algo que este grupo era una especie de “subproducto” de la financiación norteamericana a combatientes rebeldes durante la guerra contra la URSS.
16. ¿Qué pasó entonces? Que, entre todos los destinatarios de aquella financiación —y entrenamiento de la CIA—, hubo un empresario árabe, que había viajado a Afganistán durante la guerra, y que comenzó a acumular poder.
Se llamaba Osama Bin Laden y, junto a los servicios de inteligencia pakistaníes, se convirtió en un aliado muy próximo de los Talibán. A mediados de los ochenta, se lo había visto en aquellas mezquitas, al otro lado de la frontera: era carismático, tenía mucho dinero…
Y sobrevino el 11 de septiembre de 2001.
17. Siempre digo que los hilos son apenas disparadores. Y esta no es la excepción.
Quedan muchos datos sin completar, varios blancos.
Además, la historia tiene múltiples interpretaciones: lo que para una persona es importante, para otra puede no serlo.
No ahondaré en el asunto porque todos y todas lo conocemos.
Luego de los atentados a las Torres Gemelas, Estados Unidos comenzó la llamada “Guerra contra el Terror”.
Las tropas yankees invadieron Afganistán.
18. El pretexto era que los Talibán protegían a Bin Laden, el supuesto autor del atentado y cabeza del grupo terrorista Al-Qaeda. No solo lo encontrarían a él, sino que además, sacarían del poder y vencerían a sus aliados: Afganistán, así, volvería a ser una república y regresarían las libertades.
19. Pasaron veinte años desde el comienzo de la invasión. Inicialmente, EE.UU. sacó del poder a los Talibán y Afganistán volvió a tener elecciones y presidente. Las mujeres volvieron a salir a la calle solas; otra vez se abrieron para ellas las escuelas y los hospitales. El hijab comenzó a reemplazar la burqa.
Pero nunca jamás, a pesar de esos éxitos iniciales, los norteamericanos supieron qué hacer con lo conseguido: al cabo, nunca dejaron de ser fuerzas invasoras en un país que no entendían. Ganaron batallas, pero no la guerra. Transcurrían los años y el país no se pacificaba; además, en el interior, los talibanes siempre continuaron teniendo mucho arraigo y fuerza.
Y entonces, muchos afganos se empezaron a impacientar: ¿Para qué vinieron?
¡Que nos dejen tranquilos con nuestros problemas!
En el mismo pantano que los británicos y los soviéticos, ahora se ahogaban los estadounidenses.
20. Después de dos décadas de avances y retrocesos, sin rumbo claro y estrategias erradas, los invasores se cansaron: ya no tenía sentido, habían perdido la guerra. Solo quedaba salir de la manera más decorosa.
Se están retirando de Afganistán en este mismo momento, ya no funciona más siquiera su principal base aérea: Bagram.
Con la moral altísima y sabiéndose vencedores, los Talibán, mientras, avanzan a paso firme, sin pausa, como en 1994. Cada día conquistan más pueblos.
Los Talibán otra vez gobiernan Afganistán, como en 1996.
Así termina nuestro hilo, aunque en realidad no termina. Solamente acaba de empezar.
Surgen muchísimas preguntas, porque el mundo hoy es muy diferente que en 2001:
¿Habrá guerra civil? (Ojalá no, pero qué difícil).
¿Qué dirá China (que tiene frontera con Afganistán) de todo esto?
¿Y Rusia?
Habiendo aprendido de 2001, ¿cómo regresarán los Talibán al poder (de nuevo: puede que me equivoque, pero todo parece indicar que volverán)? ¿Más moderados?
¿Harán algún tipo de trato con la comunidad internacional? ¿Se puede pensar en un Gobierno de unidad en el que ellos participen?
¿Cómo cambiará (otra vez) la vida para las mujeres?
Hoy todo es una incógnita.
Afganistán es apasionante (y terrible).
Nos queda la música.
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