| junio 2021, Por Fernando Duclos

Los lugares para visitar después de la pandemia

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Poco a poco, aunque con muchísimo sufrimiento y vidas en el camino, la luz al final del túnel llamado pandemia empieza a vislumbrarse, las campañas de vacunación avanzan en el mundo y eso me da optimismo, me genera esperanza en que pronto podremos slir de la oscuridad y que, además, con un poquito de suerte, estaremos otra vez viajando, imaginando recorridos, diagramando mapas, soñando con latitudes originales o preparando alguna mochila. Por eso, voy a hacer lo siguiente: una suerte de ránking de lugares del planeta a los que tuve la suerte de ir, que no suelen aparecer en las guías de turismo “standard” y que considero que pueden ser destinos “emergentes” en este nuevo mundo que se nos viene. ¿Les parece?

¡Arranquemos!



1) LALIBELA, ETIOPÍA


Esta sí que es una de las grandes maravillas, no sólo de África, sino del mundo entero. Y así como sucede con las mucho más famosas Pirámides de Egipto, su sola existencia es tan asombrosa que provoca miles de preguntas sobre su origen: ¿Cómo se construyeron? ¿Las hicieron los ángeles? ¿Alguna otra civilización con más recursos? En el Norte de Etiopía (si algún día tienen la oportunidad…¡Vayan!), se encuentran las deslumbrantes iglesias talladas en roca, últimos remanentes de lo que fue uno de los reinos más desconocidos (y por lo que dejaron de legado, brillantes) de la historia humana: la dinastía Zagüe.

Me tocó conocer estas iglesias un día en que, encima, se celebraba una importante peregrinación religiosa de la Iglesia Ortodoxa Etíope, como si de por sí el lugar no generara asombro. Fue una fiesta absoluta, en un ambiente de “fin de mundo”, por la lejanía, por lo diferente, pero principalmente porque, viendo las construcciones perfectamente geométricas relizadas en la roca, uno no puede comprender cómo es que eso pudo hacerse. Son 11 recintos, uno más lindo que el otro, repletos de frescos en su interior, y en los que aún viven monjes que dedican su vida a la fe. Un lugar realmente espectacular.

Saqué esta foto el día que estuve allí y se celebraba una fiesta religiosa.
Saqué esta foto el día que estuve allí y se celebraba una fiesta religiosa.
2) CASCADAS KAIETEUR, GUYANA

Casi ni se las conoce, porque quedan en un país del que no sabemos absolutamente nada, pero las cataratas Kaieteur son cinco veces (!) más altas que las del Niágara, tremendamente escénicas y no tienen nada que envidiarle a los grandes saltos del mundo. De hecho, a la mayoría de ellos los supera.

Llegar no es nada fácil: desde Georgetown, la capital guyanesa (único país que maneja a la izquierda en América del Sur) hay que contratar un tour con el que se viaja, en un pequeño helicóptero, rumbo a la zona, que es reclamada por Venezuela. Una vez allí, uno se encuentra con el descomunal espectáculo de la naturaleza en estado puro, muy lejos de cualquier ciudad grande, prístina, y desde lo alto de un peñón, así como hice yo, puede ver y sentir la inmensidad, abrir los brazos y gritar: “¡Guyana, acá estoy!”

3) ACTUN TUNICHIL MUKNAL, BELICE


Seguimos en América, aunque ahora nos vamos a la región central del continente para conocer esta rareza total. Es decir, ya de por sí ir a Belice es una rareza, pero si, encima, una vez en el pequeño país que limita con México y Guatemala, uno abandona los cayos y la Isla San Pedro (la famosa Isla Bonita de Madonna) y se adentra en el interior, hay muchos tesoros ocultos por descubrir. Uno de ellos se llama Actun Tunichil Muknal: es una caverna en el medio de la selva, en territorio que supo ser maya, a la que se entra después de cruzar a nado un pequeño lago, y munido de cascos, sogas y linternas.

Ya entre las grietas de la tierra, con un guía, y entre las estalacticas, estalagmitas y el olor a humedad, es posible encontrarse con cerámica maya y también con momias de hace cientos de años, ya que los antiguos habitantes de la zona consideraban que la cueva representaba el acceso al inframundo. Vale mucho la pena, especialmente a los que les gusta aprender sobre la cultura mesoamericana y sentir en la piel la aventura de meterse en las profundidades del planeta.

4) TEPUYES EN LA GRAN SABANA, VENEZUELA

Yo sé que el abuso de adjetivos a veces puede tener el efecto contrario al que uno busca y que decir que todo es “deslumbrante, extraordinario y maravilloso” suele resultar en la idea de que el emisor exagera y magnifica el mensaje, pero créanme -y si no, googleen- que los tepuyes, en la frontera entre Brasil y Venezuela, merecen todos esos calificativos y tal vez más.

¿Qué son los tepuyes? Una especie de mesetas que se levantan en el medio de la sabana, con terminación plana y abrupta, de formación rocosa y que datan del Precámbrico (las formaciones expuestas más antiguas del planeta). Dicho en criollo: unas piedras gigantesctas, inmensas, cuadradas, que de repente aparecen en terrenos que no son montañosos y que a uno lo dejan con la boca abierta no sólo por su apariencia sino por que jamás podría pensarse que surgirán allí.


Al ver fotos de los tepuyes, uno creería que es imposible llegar hasta su cima a pie, y que sólo se consigue en helicóptero, pero sin embargo no es así: sí se puede. La opción más lógica es ir con un guía que sepa de montañismo (solo podría ser muy peligroso) y comprar el paquete turístico en Santa Elena del Uairén, Venezuela. Después de dos días de subida, el momento de llegar a lo más alto del tepuy Roraima -el más conocido- y descubrir, en medio del vapor de las nubes, el hábitat endémico que se desarrolló en el lugar, con plantas que uno no puede ver en ninguna otra parte del mundo y esa sensación apabullante de estar pisando otro mundo, es muy gratificante. En total, son cuatro días de excursión, durmiendo en carpa y unas memorias que quedan para toda la vida, en una de las regiones menos exploradas y más surreales de nuestro continente.

5) LAMU, KENYA

Volvamos a África. Kenya es un país conocido principalmente por sus safaris, sus parques nacionales y sus animales, pero hay muchísimo más que eso. Uno de los lugares más encantadores de la nación se llama Lamu y es una islita en el Océano Índico, muy cerca de Somalía, a la que se llega sólo en barco. Lo hermoso es que en la isla no hay automóviles y que el medio de transporte principal es el burro. Así, entre callecitas de piedra muy pequeñas, casas construidas al estilo árabe (ya que toda la zona, también la costa kenyana y Zanzibar, estuvo bajo la influencia del Sultanato Omaní y de los comerciantes del Golfo Arábigo), rebuznos y playas maravillosas, uno puede tomarse un delicioso respiro al caos africano continental. Todas las personas que conozco y que fueron a Lamu volvieron absolutamente fascinadas.

6) SHIRAZ, IRÁN

Ustedes ya saben que Irán es mi debilidad: sin lugar a dudas uno de los países más interesantes del planeta, y turísticamente una verdadera joya. Estuve 90 días allí, lo quiero muchísimo y podría hacer un newsletter sólo de los lugares por los que viajar en estas tierras. Pero elegí solo una ciudad, Shiraz (de donde viene la cepa de vino), porque condensa en su atmósfera todo lo que amo de Persia. Una escena cultural muy sofisticada, tal vez las mezquitas más bellas del mundo (¿Cómo decir que la Mezquita Rosa no lo es?), casas de té señoriales, señales de la riquísima historia imperial por todos lados, las fascinantes contradicciones del presente, las personas más agradables y cálidas que conocí, una escena gastronómica que ebulle y ese deseo que me asalta diariamente: ¡Qué lindo sería volver!

 

7) MESTIA, GEORGIA

Primer destino europeo en este recuento (que podría tener parte 2, ¿No?). Georgia es un país muy hermoso, fácil de recorrer y que, cada vez más, está en el radar de los turistas de Occidente. Lo mejor que tiene es su ubicación entre Europa y Asia, lo que hace que Tbilisi, por caso, sea una capital en la que uno puede deleitarse en el confort de cafés estilo Viena mientras elige a cuál casa de baños turcos irá, y todo eso con el trasfondo de herencia soviética y al mismo tiempo la modernidad post-Muro de Berlín. 

Mestia es la capital de la región de Esvanetia, zona en donde proliferaron diferentes reinos cuasi-independientes a lo largo de la historia, y rodeada por las montañas del Cáucaso. El paisaje es sencillamente es-pec-ta-cu-lar, ideal para tomarse un riquísimo vino georgiano mientras se mira a las nieves (y en pareja, ni les cuento).

El Cáucaso georgiano es bellísimo, pero, eso sí, hay que prestar mucha atención al clima: lo mejor es ir en primavera o verano, ya que el invierno es muy duro y muchas rutas de montaña, además, quedan bloqueadas por la nieve.

Saqué esta foto caminando por Mestia, con mis amigos de Alemania y Austria.

8) EL GRAN ZIMBABWE

Ya hablamos de Lalibela y volvemos a otro legado de África, las ruinas del gran Zimbabwe. La historiografía occidental nos enseña que, antes de la colonización y el período esclavista, en África no había pueblos, ciudades ni civilizaciones y sin embargo, nada más lejos que eso (¿A qué no saben en qué continente se instituyó la primera universidad del mundo?). 

Las ruinas del Gran Zimbabwe son el vivo ejemplo de una cultura floreciente y sofisticada, en estas tierras del sur africano. Se cree que la ciudadela fue construida hace unos 700 años y en su mayor apogeo, como capital del reino de los Shona, albergó a más de 20.000 personas. Si se fijan la bandera de Zimbabwe, van a ver que hay un pájaro. Bueno, refiere justamente a una escultura que se encontró en esta acrópolis y se convirtió en el símbolo del rico pasado (y también presente) de esta nación.

9) TIRANA, ALBANIA

En tiempos de la Guerra Fría, Albania tuvo un líder comunista llamado Enver Hoxha que convirtió al país en el más hermético del mundo. Estaba enfrentado a los soviéticos, porque decía que eran “blanditos”, también a los chinos, por “traidores”, y obviamente, también al mundo capitalista. Construyó a lo largo de todo el territorio más de 4.000 búnkeres que servirían para refugiarse en el caso de que cayese una bomba atómica en el país y falleció en 1985, dejando una nación completamente aislada de todo el resto de estados del planeta.

Hoy, en Tirana, se ve aún su legado (por ejemplo, en la grandilocuente plaza central, una belleza de reminiscencias comunistas) pero, al mismo tiempo, se puede disfrutar de una ciudad vibrante, muy cercana a Italia, repleta de plazas y parques, bares y restaurantes y una escena nocturna poco conocida pero muy interesante. Albania es uno de los pocos países musulmanes de Europa, aunque en su capital, se vive la religión de una forma muy relajada; los albaneses, además, son muy divertidos y graciosos.

10) BISHKEK, KIRGUISTÁN

Me esforcé por no llenar el ranking de lugares de Asia Central porque, ya lo saben, también tengo debilidad por esta región del mundo. Pero, bueno, para el final dejé uno que si bien no es el más extraordinario ni tiene tantísima historia (muy lejos de Samarcanda, en Uzbekistán, por caso), me cautivó por la simpleza de su gente, la profusión de banyas (el principal entretenimiento kirguís es asistir al sauna), la rica comida centroasiática (¡La región del plov!) y principalmente, porque Kirguistán es un país pequeño cuya superficie es, en un 95 por ciento, montañosa.

Esto quiere decir que desde Bishkek, su capital, uno se toma un minibús y a los 20 minutos ya está apreciando el impresionante paisaje que nos regalan las cordilleras de la zona, con picos de más de 6.000 metros de altura, nieves eternas, lagos turquesas, yurtas nómades, ríos que discurren pacíficos entre valles y, a cada rato, cientos de ovejas que se cruzan en nuestro camino y nos obligan a parar, al tiempo que nos recuerdan que las verdaderas dueñas del país son ella y nosotros sólo somos huéspedes temporarios.

 

Viajando a dedo por las rutas kirguises (y con pañuelo afgano)
Viajando a dedo por las rutas kirguises (y con pañuelo afgano)

 

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