ARGENTINA – Fernanda y Luis nunca se besaron, pero hacen el amor todos los días. Esta es la historia de dos enamorados separados por la pandemia que encontraron en el sexo virtual un refugio para su pasión.
Hay un primer beso que quedó trunco. Más de 3700 kilómetros separan a unos labios de otros, la misma distancia que ahora existe entre Fernanda y Luis. Ella en Tucumán, él en Ushuaia. Casi todo lo largo del país y una pandemia de por medio entre dos bocas que se buscan y se muerden en la espera. Pueden más las ganas, el silencio cómplice de la siesta y el calor que crece en los cuerpos, ajenos a los casi treinta grados del norte y a los seis del sur. Todo empieza con un mensaje, una foto acá, otra allá, otra más, una palabra como susurrada al oído, las prendas que caen, las pieles que se erizan, los dedos que comienzan a explorar en lo más hondo y la respiración que se corta en ambos lados. ¿Soportará la red de wifi la obstinación de los cuerpos y el torrente de deseo que explota en las pantallas de los teléfonos? Saciados en las imágenes, los gemidos se vuelven uno solo. La excepcional sincronía les confirma que acaban… de hacer el amor.
Si fue amor, no fue a primera vista. Fernanda y Luis se conocieron hace casi veinte años cuando ambos vivían en Salta. Ella gustaba de él, pero a él le gustaba su prima. Eran jóvenes incipientes en el arte del deseo y todo quedó en la complicidad de algunas miradas. Al poco tiempo, Fernanda volvió con su familia a Tucumán. Luis, con alma de trotamundos, siguió un itinerario que lo depositó hace ya más de diez años en Ushuaia. Veinte después, no ya las arbitrarias flechas de cupido, sino los algoritmos y su precisión matemática, hicieron su trabajo. El reencuentro fue a través de Facebook. Cada uno con sus historias a cuestas y el recuerdo de aquella historia que nunca fue, pero que pudo haber sido. Y si la distancia es el olvido, entre ellos no hubo distancia posible a pesar de esos 3700 y pico de kilómetros. Bastaron un par de meses de esa relación mediada por las redes sociales para que Fernanda se decidiera a seguir la brújula del amor, pero algo se interpuso en su camino: “Estamos re enamorados. A mí él me ha gustado siempre. Tenía todo arreglado para irme allá y justo pasó lo que pasó. La verdad que uno no se imaginaba todo esto”. Ese hiato entre dos que se aman se llama coronavirus, aunque ella no quiere ni nombrarlo.
Fernanda es tucumana, tiene 35 años y vive con su hijo de trece. Luis es de Salta, tiene 38 y es separado. Como las vidas y los proyectos de muchos otros, su reencuentro que es, en realidad, su primer encuentro como enamorados, quedó en suspenso por la pandemia. Tan intricados como azarosos parecen esos caminos del destino que los reunieron otra vez para luego volverlos a separar. Con los dos en cuarentena y sin la posibilidad de concretar el viaje con el que había soñado desde que comenzó el 2020, lo que Fernanda tenía más a mano para seguir en contacto eran las redes sociales. Los mensajes de WhatsApp iban y venían cargados de ese deseo contenido pronto a eclosionar con la fuerza de un tsunami, hasta que un día se animaron y descubrieron que podían tener sexo a la distancia. “Son las ganas de estar juntos las que nos hacen coger virtualmente. Capaz que eso lo hace más ameno a todo esto que estamos viviendo, liberás tensiones, es como hacer gimnasia. Te alegra porque te estás pajeando todo el día. La cuarentena me ha puesto más caliente, la estoy poniendo más que antes, virtualmente, claro. No sé si es la cabeza que trabaja más, pero yo siento que me caliento más así”, reflexiona Luis, sin tapujos ni tabúes.
No hay nada programado entre los dos, los encuentros virtuales pueden darse de manera espontánea a cualquier hora del día, aunque suelen preferir las mañanas bien temprano y las siestas. El disparador suele ser el intercambio de fotos sexuales o algún comentario picante, lo que se conoce como sexting: “No me acostumbro mucho a los videos, prefiero las fotos, me calientan más, es como que la cabeza vuela más”. Las videollamadas requieren un poco más de organización. Lo primero es asegurarse que la puerta de la habitación esté bien cerrada para que nadie interrumpa y las persianas abajo para que nadie espíe. Después, Fernanda acomoda las luces del cuarto para que las imágenes se vean nítidas en la otra pantalla. Deja a mano su vibrador y posa el teléfono celular sobre el artilugio de plástico que suele colocarse en el centro de las pizzas en los envíos. Según un truco que vio en YouTube, con quebrarle una de las patitas, puede volverse un trípode perfecto para el teléfono. Una vez que está todo listo, serán 40 minutos de fogosa intimidad, el equivalente a un turno en cualquier hotel alojamiento: “Hacemos lo que el otro pide. Nos ponemos en bolas y nos empezamos a tocar. En la vida real no te pasa que alguien viene y te dice que te toques, es muy loco. El hecho de que él se toque a mí también me recalienta. Siento que es una reivindicación de la paja” asegura Fernanda.
Antes de empezar la relación a distancia con Luis ella no acostumbraba masturbarse con la frecuencia con que lo hace ahora que se ha vuelto un hábito cotidiano: “Últimamente, a la paja la venía usando para no cogerme boludos. Obviamente que está bueno coger, pero, para lo que hay, está bueno. Es eso o nada, ahora no se puede salir a tener una relación ocasional con nadie”. Está claro que la paja no es como el trigo. Se trata de una forma de autosatisfacción, pero, al permitir la interacción virtual con otra persona, es también una manera compartida de gozar y de no exponerse en tiempos de pandemia.
Paja, Manuela, la del mono, hacer volar el barrilete, cogotear el ganso, volarle los sesos al canario, desplumar la perdiz, destrancar la cañería, lustrar el sable, acariciar la nutria, frotar la lámpara; la inacabable cantidad de metáforas y eufemismos comunes para referirse a la masturbación, sobre todo masculina, no hace más que poner en evidencia que se trata de un tema que aún continúa siendo tabú, principalmente, si quien realiza la práctica es una mujer. Hace dos viernes atrás, el infectólogo José Barletta recomendó apelar a las videollemadas, el sexting y el sexo virtual en el marco de la lucha contra la pandemia de coronavirus. A partir de entonces, la cuestión fue materia de debate en los medios nacionales. Así, estos nuevos modos de autosatisfacción donde interviene la tecnología parecen haber salido de una buena vez del closet. Aunque, al tratarse de imágenes y videos que pueden viralizarse y exponer a quienes participan de estas prácticas, existen una serie de recomendaciones y precauciones a tener en cuenta.
No se trata de la primera incursión de Fernanda en estas formas de sexo virtual. El debut fue hace muchos años atrás cuando recién estaba en boga el MSN, acaso la primera red social en popularizarse. “Eso era con la cámara que tenía el programa. En aquella época eso era nuevo y yo era inconsciente, lo hacíamos con un cordobés y nos mostrábamos mal todo. Yo soy de mandar fotos, no tengo drama con eso. Trato de que no se me vean la cara o los tatuajes. No sé si me molestaría que se viralicen, yo me preocupo de mandar las mejores por sí eso llega a pasar”, cuenta entre risas. Por aquellos años, había surgido el caso del blog llamado “Venganza tucumana”. A través de ese medio se “escrachaban” y se extorsionaban mujeres hasta que el sitio fue denunciado por ciberdelito, aunque nunca pudieron dar con sus autores. De ahí la necesidad de tomar ciertos recaudos: “Ahora no sé si lo haría con alguien que no conozco, no creo que me pase lo mismo si es con cualquiera. Nunca me había pasado de enamórame así”.
“Yo siento que es algo re intenso, nada que ver con hacerte una paja solo. Como que al final sentís que estás con alguien. Ahora es como que ya hemos cogido, capaz que cuando nos juntemos no va a ser la primera vez porque ya conocemos cómo nos gusta coger. Esto me ha permitido saber que somos compatibles en el sexo. La verdad que yo lo recomiendo para pasar este momento terrible que estamos viviendo. Creo que es una buena opción si no estás con alguien, incluso, también si estás con alguien. A veces es complicado estar confinado con una persona. Conozco una pareja de vecinos que están casados y se filman teniendo sexo para que otros los vea. A ellos les gusta”, cuenta Fernanda mientras espera que la pandemia pase pronto para poder encontrarse con Luis. Aún se deben ese primer beso que tanto se ha hecho esperar. Por ahora, con la práctica del sexo virtual, las distancias explotan en la mágica sincronía de un orgasmo al unísono para el que no existe ni el acá ni el allá, sólo el ahora.
Esta crónica es cortesía de su autor y fue publicada, inicialmente, en www.eltucumano.com