| junio 2018, Por Daniel Wizenberg

Día 6: Inteligencia, justicia y disciplina


Japón y Senegal derrotaron respectivamente a Colombia y Polonia, que eran candidatos a ganar el Grupo H. Rusia, después del entrenamiento del primer partido frente a Arabia Saudita, barrió a Egipto y es el primer clasificado a octavos de final.

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Inteligencia rusa

GRUPO A

Todos hacemos cosas estúpidas. Se nos caen vasos y platos, contamos chistes sin gracia, preguntamos a un amigo por la abuela que murió, nos golpeamos el dedo pequeño del pie contra la pata del sillón. Decidimos olvidarlas. Nos favorece el hecho de que casi siempre pasan inadvertidas. No tuvo la misma suerte el 7 de Egipto, Ahmed Fathy, que se tropezó cuando la pelota venía hacia él y le salió un disparo certero en propia meta. A diferencia de todas las cosas estúpidas que hacemos a diario, el autogol en un Mundial de fútbol es una desgracia en formato blooper. Y ese blooper abrió el partido a los 47 minutos.

Después llegó una catarata: a los 59, el brasileño nacionalizado ruso Mario Fernández desbordó por derecha y Cheryshev la empujó sin marca en el borde del área chica –es el goleador del torneo junto a Cristiano Ronaldo– y a los 62 la torre Artem Dzyuba definió desde fuera del área grande. 3-0.

Cuando parecía que al partido le sobraba tiempo, llegó el décimo penal de la Copa. Mohamed Salah se anotó en la tabla de goleadores y postergó la agonía egipcia.

Rusia, sin contar con un equipo de estrellas, tiene números superlativos: está clasificada a segunda ronda con ocho goles a favor y tan solo uno en contra. Egipto prácticamente afuera. Fue víctima de la torpeza propia y la inteligencia de los locales.

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Justicia poética

GRUPO H

La Policía de la Ciudad de Buenos Aires cree que los vendedores ambulantes senegaleses son potenciales delincuentes. En abril, en el barrio porteño de Flores, 300 agentes detuvieron por más de 36 horas a 28 vendedores. La mayoría de ellos llegó a la Argentina como polizón, algunos son migrantes económicos, otros pidieron asilo como refugiados.

Hoy, atrincherados en la sede de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en Argentina, estallaron de alegría dos veces. En el estadio del Spartak de Moscú, a los 37 minutos del primer tiempo, un defensor polaco de apellido Cionek desvió una pelota hacia su propia meta y 23 minutos después el delantero M’Baye Niang aprovechó la mala salida del arquero polaco y se la llevó hasta empujarla, suave, al gol.

El Mundial es una ficción que puede generar esa representación: un grupo que sufre la xenofobia en Buenos Aires, festeja que sus compatriotas en Moscú derroten a los de un país con tanto racista como Polonia. El deporte a veces, es justicia poética.

Primera victoria de un equipo africano en esta Copa. El tercero que gana Senegal, de seis jugados en su historia mundialista. La primera victoria fue a un campeón defendiendo la corona, Francia, en la inauguración de Corea-Japón 2002. En ese torneo llegaron a cuartos de final. Siempre que ganaron en un Mundial fue frente a equipos europeos.

Senegal baila tras la victoria (Foto: FIFA)

Polonia demostró poco. Su goleador estrella, Lewandowsky, tardó 50 minutos en pegarle por primera vez al arco. El gol con el que descontó Krychowiak le puso emoción al final. Pero Senegal ya defendía en bloque y, recordando el mismo proverbio nacional que los refugiados en un sindicato en Argentina y en toda la diáspora, “Si quieres viajar deprisa, viaja solo; si quieres llegar lejos, viaja acompañado”. Los de Aliou Cissé, el único entrenador con dreadlocks en el torneo, no tienen prisa.

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Disciplina japonesa

GRUPO H

Faltaban 15 segundos para los primeros 3 minutos de partido. Osako, el 15 de Japón, quedó mano a mano con el arquero Ospina tras una corrida memorable. Murillo, Davinson Sánchez y Carlos Sánchez le miraban el número de la camiseta: lo habían perdido. Le pegó mal. Ospina, el arquero autor del “Tú, tranquilo”, tapó pero dio rebote hacia el medio. Todos nerviosos. El 10 de Japón, Kagawa, recibió el rebote en el borde del área y remató. Era gol. Pero el número 6 de Colombia, Carlos Sánchez, jugó al arquero y bajó la pelota con la mano. Penal y roja directa para el 6. La segunda roja más rápida en la historia de los mundiales.

Se puede jugar un Mundial igual que como se vota. Eso puede decir Carlos Sánchez después del partido de hoy. Como la mayoría del país en las elecciones del domingo, Sánchez decidió en el partido apostar por lo supuestamente menos malo, pero terminó eligiendo lo peor.

Kagawa ejecutó el penal blando al medio, pero Ospina fue hacia la derecha. Gol. Colombia quedó con 10 jugadores faltando 87 minutos. 6 meses de preparación del partido: toda la teoría, táctica y estrategia planificadas para conseguir lo imposible, reducidas a empezar perdiendo y hacer-lo-que-se-pueda.

Colombia pareció reponerse y equilibrarse un poco. Promediando el primer tiempo Quintero empató con un tiro libre ingenioso. Pateó sútil por abajo de la barrera, que saltó esperando un tiro elevado. Al estilo de los mejores Quintero la colocó contra el palo izquierdo del veterano arquero nipón Kawashima.

Ospina la ve entrar (Foto: FIFA)

Lo que siguió también se pareció a las elecciones: a Colombia le ganó el cansancio y el miedo (a ganar). Japón se aprovechó y en un tiro de esquina en el que ningún colombiano saltó, Osako se elevó alto como jugador de animé y escondió la bola en un rincón. Ospina había salido mal a cortar.

Aunque el equipo japonés aprendió manías del fútbol latino como hacer tiempo, simular jugadas y reclamar aun cuando saben que no tienen la razón, sus aficionados siguen los mismos códigos de siempre. Al final del partido, los nipones que asistieron se quedaron recogiendo los residuos –vasos, papeles y platos– que ellos y los colombianos habían dejado.

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Madrugadores

Cada día, a las 4 de la mañana, Colombia ya está activa en un 70%. A las 7 todo el mundo ya está en labores. Hoy, en el día esperado, más aún: ¿Qué mejor que empezar el día con el debut de la selección?

Las empresas aplazaron el inicio de actividades para permitir que sus trabajadores pudieran ver el partido. Desde antes del amanecer se escuchaban pitos y algarabías de parte de una marea amarilla que había tomado la ciudad de Bogotá.

En Colombia hay triunfalismo solo en política. Es en ese escenario donde se resquebrajan las emociones y todo el mundo quiere ganar. O morir. En el deporte no. Siempre ha reinado una incredulidad a propósito de lo que pueden lograr los deportistas en competencias internacionales.
“Lo de afuera siempre es mejor”, “lo extranjero está mejor preparado” y el país solo debería esperar la aparición de un milagro que solucione la imposibilidad, ese rasgo fundamental de la idiosincrasia colombiana que selló para siempre Maturana cuando, después del fiasco del Mundial de EE.UU. 94, salió a decir que “perder es ganar un poco”.

Este martes por la mañana la gente acompañó. Los japoneses no silenciaron Colombia, la pusieron a pensar sobre algo que aún gravita en la conciencia nacional: la unión. “Unidos por un país” tiene bordada la camiseta del conjunto cafetero en la nuca de todos los jugadores.

Colombia es un país madrugador, pero esta vez, lo madrugó Japón.*

*Artículo escrito por Daniel Wizenberg con la colaboración de Giovanni Jaramillo

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