Nuquí, los barcos camaroneros se acabaron los peces
En el Pacífico colombiano, los barcos industriales se están comiendo a los pesqueros y los peces ya no caen en las redes de la comunidad. Máquinas trituradoras acuáticas arrasan con la fauna marina y, de paso, con la vida de los colombianos, que ven en la pesca su único medio de sustento.
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Nuquí es una isla aunque no esté rodeada de mar. Desde el aire, la muralla verde del Chocó la separa del resto de Colombia. La única manera de llegar al Golfo de Tribugá es en avión o en barco. Nuquí sólo existe cuando llegan los turistas a saludar a las ballenas: un espectáculo poscapitalista para lavar conciencias amaestradas.
El aeropuerto de Nuquí es un punto de intercambio para la comunidad. Aquí llega todo lo que da la Tierra: bananas, guayabas, mangos, feijoa. En Nuquí la comida viaja en avión, por eso los pescadores sueñan todo el tiempo zarpar en otras costas. Nuquí guarda un reino oculto con otros pueblos afrocolombianos a los que sólo se puede acceder por vía marítima.
Nuquí, como todo lo colombiano, está salpicado por la violencia paramilitar: desplazados que huyeron perseguidos por hombrecitos armados, asesinados en la arena por el simple hecho de ser diferentes.
Enrique, uno de los moradores del Nuquí, huyó de un pueblo vecino llamado Tribugá. La historia comienza en 1998, cuando los pescadores se quedaron sin pescar. Máquinas trituradoras acuáticas, llamada elegantemente Pesca Industrial de Arrastre (PIA), las responsables. Para Enrique, como para todos los pescadores, el mar es un ser vivo: escucha y es poderoso. El mar es un ser.
“Hicimos un mapa de los caladeros, cunas y los lugares importantes para nuestra pesca”, se escucha en altamar con la nave chocando en las olas: plash, plash, plash. Los pescadores del Pacífico chocoano no le tienen miedo al mar, por eso fundaron el Grupo Interinstitucional y Comunitario de Pesca Artesanal. Para defenderse de los barcos industriales sin otra cosa más fuerte que su resistencia.
En Nuquí, los pescadores negocian con bufetes de abogados al servicio de empresas trasnacionales. Después de tres años de lucha se logró disminuir en un 60 por ciento la pesca industrial. La situación en el Nuquí late con normalidad, pero en unos años tendrá un infarto, diagnostican los pescadores.
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