El abrazo (del) partido
¿Qué tiene que hacer un abrazo para ser noticia?
Los jugadores Jonathan Blanco y Jonathan Galván se dieron, en el centro de una noche de lluvia, un abrazo largo en el que cabían lo más hondo, lo más triste y lo más tierno de la condición humana luego de que Olimpo y Aldosivi, sus equipos, jugaran un partido donde estaba en juego seguir o no seguir en la categoría más alta del fútbol de la Argentina. Ese abrazo, ¿es o no es una noticia?
Y cuando nos preguntamos si ese abrazo es o no es una noticia, lo hacemos en dos de los sentidos posibles que puede implicar el concepto de noticia: noticia porque es nuevo, porque acontece nada o poco, porque se sale de las conductas o de los hechos ordinarios; y noticia porque, aunque ocurriera seguido, aunque sucediera a cada segundo, aunque el universo fuera una colección consecutiva de abrazos futbolísticos o de lo que sea, hay circunstancias –un gol, una revolución, una primavera, un papá o una mamá y sus pibes en la cancha o en un parque– que son siempre extraordinarios y, por tanto, son siempre noticia.
¿Por qué, entonces, los abrazos tienden a no ocupar ningún espacio como noticia o menos espacio que casi todo lo que ocupa algún espacio?
¿Por qué los abrazos que ocupan más espacio en lo que llamamos el espacio noticioso son los abrazos secretos (que no son ni malos ni buenos por ser secretos), los abrazos prohibidos (que no son ni buenos ni malos por ser prohibidos), los abrazos que forman parte del campo del chisme y no del campo de lo cotidiano?
¿Será que Blanco y Galván, sin proponerse nada más que el hecho gigantesco del abrazo, fueron a contramano de lo que nos cuentan y contamos desde el ejercicio periodístico dominante? ¿Será que nos recordaron, sin abrir la boca y sí abriendo los brazos, que el fútbol y el deporte en general pueden ser un punto de encuentro, un punto donde somos con otros y no contra otros, tengamos o no tengamos la misma camiseta? ¿Será que no se volvieron noticia porque ese abrazo mete adentro unas cuantas de las mejores cuestiones del planeta y deja afuera a mucho de lo que, día tras día y palabrerío tras palabrerío, copa, paradójicamente, el espacio noticioso?
¿Será que el periodismo de mercado y el mercado con y sin periodismo, capaces de devorarse todo para poner en venta todo, están distraídos respecto del valor de los abrazos? ¿Será que cierto tipo de abrazos son disfuncionales a lo que el periodismo de mercado y el mercado con y sin periodismo venden o pretenden vender? ¿Será que algunos abrazos (de abrazos, por ejemplo, como el de dos jugadores con camisetas diferentes en una noche de lluvia y de descenso) son portadores de un mensaje, tal vez un mínimo mensaje, que no quede alineado con los criterios dominantes del periodismo de mercado y del mercado con y sin periodismo?
En un fragmento de “El libro de los abrazos”, el uruguayo Eduardo Galeano dice: “Un sistema de desvinculo: El buey solo bien se lame. El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos”.
Y en otra brevedad de esa misma obra, Galeano apunta: “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mañana”.
Acaso las grandes batallas culturales, políticas, futbolísticas, ideológicas, comunicacionales y periodísticas que reclamamos y nos reclaman (o que deberíamos reclamar y que nos deberían reclamar) tengan que ver con que el abrazo de dos futbolistas no sea solo la estampa conmovedora de una noche de lluvia y de emoción, con y sin descensos, sino un desafío para que los abrazos sean parte de eso que propone el maestro Galeano: la noticia y el mundo de mañana.
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