La “Lucha Libre” se practica en muchos sitios. Hombres enmascarados se suben al ring a ofrecer un espectáculo de golpes y patadas voladoras. En Estados Unidos la lucha actuada se convierte en un negocio millonario con la World Wrestling Entertaiment. En cambio, en Bolivia, no hay hombres enmascarados ni movimientos millonarios tras bambalinas. Son cholitas, mujeres indígenas, quienes suben al campo de batalla y emocionan a los espectadores con las maniobras y llaves que ejercen a otra cholita. Un trabajo de Agencia Plano, en colaboración con LATE.
Por primera vez, mujeres indígenas están adueñándose del mundo de la pelea usando su vestimenta icónica y festivo espíritu para superar el racismo. A pesar de que existe una ley en contra el racismo y toda forma de discriminación, Ley 045, el término cholita suele ser despectivo en el lenguaje cotidiano. No obstante, cuando se trata de subir a pelear, son las mujeres de origen aymara quienes no solo pelean con su contrincante, sino pelean contra la discriminación que las acecha diariamente.
Más allá de un espectáculo, el ring se convirtió en una forma de ganar dinero para las madres que necesitan mantener a su familia. La mayoría de las luchadoras provienen de hogares con bajos ingresos económicos y este espectáculo se convirtió en una forma de ganarse el pan de cada día.
La mayoría de los grupos de pelea de cholitas están ubicados en la ciudad de El Alto, que está a 3800 metros sobre el nivel del mar. El contacto se presenta en distintos puntos turísticos de la calle Sagarnaga en la ciudad de La Paz, quienes desde ese lugar ofrecen movilidades hasta el show con un viaje que no dura más de 30 minutos.