¿Qué pasa en Venezuela?

El presidente Nicolás Maduro anunció la puesta en marcha de un proceso constituyente para “refundar el Estado” y “derrotar el golpe”. Venezuela está partida. En dos, en tres, en todas las voces que reparan en ella. En Late contamos historias. Periodistas, de un lado, del otro y de ninguna de esas partes. Todos ellos se aproximan a lo que está pasando. Este texto no habla de Venezuela, es Venezuela la que habla.

Lo que ocurre en Venezuela es que se está jugando el destino del continente. Tras casi dos décadas de chavismo que implicaron redistribución de la riqueza, estatización del petróleo, extensión de las misiones de salud Barrio Adentro, mejoras en infraestructura, construcción de un millón de viviendas para los sectores más humildes… estamos en un momento clave de una etapa, que marcó un antes y un después en la historia del continente.*

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Lo que ocurre en Venezuela es que se vive un deterioro inmenso de la vida. Ya no hay calidad de vida en este país. Acá existe la posibilidad de hacer Revocatorio a cualquier dirigente político en la mitad de su mandato. El gobierno sabe que atraviesa muy baja popularidad –un 15% según encuestas– entonces optaron por no hacer el proceso revocatorio el año pasado, cuando le correspondía a Nicolás Maduro.**

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El gobierno debilitado se sostiene en el que tal vez sea su último enclave autoritario: los militares. La oposición ha movido sus fichas en distintos tableros de ajedrez intentando crear la suficiente presión para incomodar al gobierno de Miraflores y hacerlo ceder en sus peticiones. Se ha venido experimentado una escalada del conflicto social que ya ha causado la muerte de 27 venezolanos en menos de un mes.  El panorama venezolano es sumamente impredecible, pero hay certeza de algo: estamos más cerca de la transición que hace un mes.***

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Lo que ocurre en Venezuela es lo mismo de siempre, hermano, lo de toda la historia nuestra, ya sabes: tragedia y comedia, comedia y tragedia. Solo que en su ciclo álgido, ese de cuando las arcas del Estado se vacían y la rebatiña de los restos empieza a dirimirse con cadáveres. Nada nuevo, eh, a nosotros mismos se nos olvida que desde 1810 hemos sido -seguimos siendo- uno de los países más violentos de un continente violentísimo.****

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Cabe preguntarse cuál es el dato central de esta nueva ofensiva de la oposición que busca derrotar definitivamente al chavismo. Sin duda el elemento novedoso en la estrategia de la derecha es la utilización de la violencia como herramienta política. Caracas se siente tensa: uno camina por la Avenida Bolívar, por la Plaza Venezuela, o simplemente toma el metro y respira en el aire una frágil calma. El día 19 de abril puede situarse como el comienzo de este duro y largo round: tanto la oposición derechista como el chavismo movilizaron con fuerza y desde que inició esta nueva embestida opositora se han registrado, según datos de la Fiscalía General, 26 muertos y 437 lesionados.

Cada una de estas muertes merecería un análisis aparte. Desde el caso del joven de 17 años baleado cuando iba a su trabajo, pasando por la mujer que falleció cuando recibió el impacto de una botella congelada que tiraron desde un balcón contra una manifestación chavista, hasta llegar a los 8 muertos que perecieron electrocutados durante un saqueo en un barrio de Caracas. La violencia es ahora un elemento crucial en la ecuación política que se define en Venezuela. Los manifestantes opositores han decidido buscar la confrotación, violentar piquetes, destruir instalaciones del Estado y generar un enfrentamiento callejero que les permita vender una foto de “represión dictatorial” a la prensa internacional, siempre dispuesta a comprar cualquier cosa que refuerce la imagen de tirano de Maduro.

Derraman aceite sobre las rutas, tumban faroles y semáforos, atacan bibliotecas, plazas, escuelas, hasta el Hospital Materno Infantil “Hugo Chávez” cayó en manos de los violentos. Todo lo que huela a chavismo es víctima potencial de los ataques. Sumado al pánico que generan los medios opositores y al caos que foguean las redes sociales, la violencia aparece en el país como la contracara del diálogo y la razón de una oposición que perdió el 90% de las elecciones que disputó con el chavismo.

Del otro lado tampoco hay niños de mamá. Los colectivos chavistas, los motorizados e incluso la milicia bolivariana hacen honor a la mentada “unión cívico militar” que propone la revolución bolivariana, y recuerdan que la revolución es “pacífica pero no desarmada”, como se han encargado de señalar los líderes del PSUV. En este último embate de la oposición se han hecho numerosos llamados a la insurrección militar contra Maduro pero las tropas nacionales han permanecido leales a la democracia, en una muestra de herencia militar anti-imperialista, difícil de encontrar en otros lugares de América y que fuera el caldo de cultivo de donde surgiera el Comandante Chávez.

Ahora las calles lentamente recuperan su normalidad, después de una semana de muerte. El gobierno busca restablecer la paz mientras la oposición pretende permanecer en la calle hasta que tumben al gobierno de Nicolás Maduro. No tienen una tarea fácil ya que enfrente se les planta un bravo pueblo que ya ha superado continuos embates y ha salido de pie. Solo la historia y la capacidad de organización del chavismo podrán darle claridad a esta encrucijada que define el futuro de los proyectos populares en Latinoamérica.*

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Ya habían inventado varias trabas que la oposición fue superando y en un momento simplemente anunciaron que no se daría el revocatorio. El diálogo, como muchos venezolanos esperábamos, no sirvió porque realmente ellos no quieren negociar nada, ni mejorar nada, por muy increíble que parezca. En varias ocasiones de los últimos años, el gobierno ha utilizado supuestos diálogos para bajar la presión pero nunca hace cambios.

Este año, el 30 de marzo, el Tribunal Supremo de Justicia (también bajo el poder del régimen) anunció la eliminación de la Asamblea Nacional que cuenta con mayoría opositora y por este motivo se les hace muy incómodo gobernar con ellos. La supresión de la asamblea generó las protestas que llevan 10 días continuos en todo el país. Este lunes habrá cierre de calles y principales vías en cada región de Venezuela.

Ante las críticas internacionales del golpe de estado dado a la Asamblea Nacional, volvieron a instaurarla.

El Consejo Nacional Electoral anunció a finales de 2016 que para el primer trimestre de 2017 se harían las elecciones regionales (gobernadores y alcaldes o intendentes como ustedes los conocen). Tampoco las han hecho, ni se están haciendo los tramites correspondientes para que ocurran. El gobierno no quiere elecciones luego de la dura derrota que sufrió con la Asamblea Nacional.

Puedo seguir contándote abusos.**

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El 29 de marzo el gobierno se equivocó en su táctica política. En su afán por conseguir capital internacional, para solventar sus compromisos de deuda, decidió darle un golpe a la Asamblea Nacional. Sin parlamento no habrá restricciones para contratos internacionales, tal vez esa fue su lógica. Sin embargo, terminaron mostrándole al mundo el cadáver de un Parlamento que el chavismo había asesinado hace meses.

La Mesa de la Unidad Democrática, para el momento, pasaba por una crisis de legitimidad profunda que venía arrastrando desde finales de 2016, cuando decidió adormecer la calle por sentarse en una mesa de diálogo con el gobierno. Gracias a una equivocación de la cúpula chavista se reimpulsó el ánimo de resistencia en la sociedad venezolana. La ruptura del orden constitucional fue pronunciada hasta por la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, mujer de profundad lealtad al fallecido presidente Hugo Chávez.

La coalición opositora después de mucho tiempo decidió de manera unánime caracterizar al gobierno venezolano como dictadura, y su lucha ahora se encamina a la restitución del orden constitucional, condensado en cuatro peticiones claves: celebración de elecciones generales, liberación de presos políticos, apertura de un canal humanitario y destitución de los magistrados que emitieron las sentencias.***

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¿Quieres un poco de comedia? Tienes para elegir. Puedes ver a Maduro bailando salsa en TV mientras el país se incendia en protestas, o metiendo preso a un panadero para resolver la crisis del pan; o, comedia ya fuerte, al Presidente revolucionario y socialista y antimperialista aportando $500.000 a la toma de posesión de Trump y entregando el futuro, la sustentabilidad de Venezuela como territorio y como vida, a un consorcio de empresas mineras y ultra imperialistas. O voltear al otro lado del escenario y ver a los jefazos de la oposición haciendo creer que creen que a Maduro lo van a hacer renunciar pasado mañana y con eso se extinguirá el chavismo y pues a ser felices, señores; conteniendo con tretas tontas el descontento y la desconfianza de sus propias bases; incapaces al día de hoy de presentar un plan de gobierno que haga confluir las voluntades en una sola y grande. Ese es el circo.

¿La tragedia? Puedes mirarla en los basurales donde cada vez más gente escarba. No es nada fácil morir de hambre en zona tórrida y feraz, eh. Pero sí, hay montonzón de gente que se las ve duras para comer, y a donde voltees ya no reconoces a quien alguna vez fue obeso, y cualquiera se puede morir de simple gastroenteritis por falta de misérrimo antibiótico. O puedes verla a los ojos de formas más fieras. Por ejemplo, puedes, sin demasiada optometría, auscultarle el iris a algunos de tus más viejos y sabios y ecuánimes amigos, llamando hoy a exterminar al otro: al del otro bando. ¿Cuál? No importa: aquel. Puedes, en la retina y en las lagañas, verles nítidamente la Falange o el talibán, el Pol-Pot y el Videla, con solo repasar los mensajes que te mandan por el Twitter. De cualquier color. No los “dirigentes”, los “demócratas”, los “revolucionarios”: el hombre común. El odio anidado en el corazón de a pie. Y eso sí es tragedia, eh. Que ni Sófocles, pues.

La tragicomedia, la opereta, el burdo Wagner de walkirias cachudas que resta, es un país que se pone al borde de los abismos de la guerra civil bajo el mismo eterno canto de sirenas de cuando la báscula tira a cero por causa de los precios de lo único que aquí se produce: petróleo. Sirenas a las que todavía algunos llaman élites de poder, pero que va siendo tiempo ya de nombrar como es: mafias, pandillas, maras, a ratos payasescas y al final rufianas, y más que todo brutazas, incapaces de siquiera repartirse el botín, a lo gángster civilizado, porque el ansia es a todo o nada.

Todos desde afuera nos preguntan cómo estamos por acá. Bien, amigo, bien. No te preocupes tanto. Estamos apenitas por lanzar los dados.****

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ESCRIBEN:

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Yair Cybel- @YairCybel

Bohemio de la Paternal-Buenos Aires, Argentina- trabajando para Telesur, Venezuela. Periodista militante y militante periodista.

 

 

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Liber Nan Piñera-@libernan

Periodista con más de 10 años de trayectoria. En los últimos años: Diario Panorama (Maracaibo, Venezuela). Profesor en la Universidad del Zulia (pública) y en 2016 comencé a ejercer.

 

 

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Manuel Roa-@manuelroa

Politólogo y Comunicador Social. Egresado del Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina de la Fundación Botín en España y Brown University en Estados Unidos. Trabaja en el Observatorio Venezolano de Violencia y fundó elcoroto.net.

 

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Hernán Carrera-@hachece52

Periodista. Profesor de narrativas en la Universidad Central de Venezuela. Como reportero, redactor, columnista y editor, se ha desempeñado en una veintena de dispares medios impresos de Venezuela.

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