| marzo 2017, Por Edu León

Haitianos en Ecuador: el éxodo de un país

La Asamblea Nacional de Ecuador aprobó el 5 de enero de 2017 la Ley de Movilidad Humana, un cuerpo legal que debe regular el ingreso de extranjeros y garantizar el concepto de ciudadanía universal, que consta en la Constitución del 2008. Sin embargo, ni la Cancillería ecuatoriana ni el Ministerio del Interior tienen registros definitivos actualizados de la cantidad de haitianos que han entrado al territorio ecuatoriano, tampoco se sabe cuántos han salido ni  cuántos se encuentran en situación irregular.[/perfectpullquote]

El pasado 12 de enero se cumplieron 7 años desde que un terremoto de 7,3 grados Richter devastara Haití. El saldo: 316 mil muertos. 350 mil heridos. Un millón y medio de haitianos sin hogar. Alrededor de 5 millones de desplazados que no hallan un lugar donde comenzar de nuevo. La verdadera tragedia de fondo es la devastación económica y social, una catástrofe estructural.

Al principio, horas y días después del terremoto, la mayoría de los damnificados que lo perdieron todo se movilizaron hacia EEUU y Canadá en busca de mejores condiciones de vida. Con el correr de los años, otros tantos miles decidieron moverse hacia Brasil –algunos atravesaron Colombia, Ecuador y Perú, otros consiguieron vuelos económicos directos–, aprovechando la demanda de mano de obra barata por los retrasos en la construcción de los grandes escenarios deportivos que darían cabida a los Juegos Olímpicos.

Además de los desalojos violentos y de las expropiaciones que se registraron en varias localidades brasileñas –sobre todo para la construcción de la Villa Olímpica y del Parque Olímpico–, los haitianos contratados recibieron un salario promedio de 400 dólares, por su trabajo como albañiles. Fueron vistos como esclavos del siglo XXI por muchos activistas y por la sociedad civil. Fueron perseguidos, estigmatizados como delincuentes y discriminados. Y una vez que el encuentro deportivo comenzó, todos ellos fueron arrojados al desempleo y al abandono. Al finalizar los Juegos, los monstruos de concreto quedaron abandonados o semiabandonados y la inminente crisis del gigante suramericano obligó a ese pequeño país en movimiento a cambiar de plan.

Desde mediados del 2016, esos mismos haitianos que suman más que la población entera de Uruguay, decidieron regresar por donde vinieron para reemplazar el ‘sueño brasileño’ por el ‘sueño estadounidense’. Y el espejismo se convirtió en una pesadilla.

El fotógrafo Edu León lleva adelante el proyecto Sou wout la, con el propósito de mostrar al mundo las vicisitudes que los haitianos desplazados deben enfrentar en cada escala de la ruta de su éxodo. En Quito, el populoso barrio Comité del Pueblo ha sido uno de los nuevos asentamientos de los migrantes haitianos y Edu ha recogido imágenes en ese lugar. Pero, para quienes se lanzaron de nuevo a la aventura de llegar hasta EEUU, el puente fronterizo de Rumichaca, entre Ecuador y Colombia, se convirtió en una nueva parada. Quién sabe si aún más hostil: habitar una zona de frontera es no estar en ningún lugar. No existir.

En agosto del 2016, grupos de cincuenta, de cien, de doscientos haitianos se encaramaron de las barandas del puente hasta que el personal de Migración de alguno de los dos países les otorgara los salvoconductos necesarios para continuar. Pero otros tantos no llegaron a cruzar a Colombia. La policía ecuatoriana los detuvo y luego los devolvió hacia el sur, a Huaquillas, la frontera de Ecuador con Perú, por donde días antes habían entrado.

La Ley de Movilidad Humana consta en el Registro Oficial, pero los nombres de cientos de haitianos no son parte de los registros oficiales. Así, ninguna política pública puede ser eficaz.

Haití fue el primer país de América Latina en independizarse. Hoy es el más pobre y no solo como consecuencia de desastres naturales: guerras civiles y gobiernos corruptos han sido igual de  devastadores. Los haitianos que emigran experimentan una adaptación difícil, mientras en su empobrecida tierra se habla creole y francés, ellos deben aprender portugués, español e inglés en un contexto de gobiernos que los maltratan y luego los expulsan, pues no los entienden.

Texto: Diego Cazar Baquero.

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